En este caso, la polémica ha surgido porque, de los 111.565
ciudadanos españoles que el pasado mes de abril dejaron de figurar en
las listas del antiguo INEM, más de la mitad sufren obesidad mórbida y
el gobierno ha decidido contabilizarlos por duplicado para mejorar los
datos del registro.
“El PSOE no va a tomarse este asunto a la ligera”, ha dicho con
sarcasmo Alfredo Pérez Rubalcaba, para concluir, entre risas, que “lo
que quiere hacer el gobierno es muy gordo y no se lo vamos a permitir”.
Desde Moncloa responden al líder de los socialistas que, simplemente,
se está dando forma a una realidad admitida desde hace tiempo por toda
la sociedad: los gordos ocupan mucho sitio. Y no solo en autobuses y
aviones, sino también en los lugares de trabajo.
Lejos de rectificar lo que la oposición califica de “datos
engordados”, el Ejecutivo ha anunciado su intención de proseguir por
este camino incentivando la contratación de gordos.
Según fuentes del Ministerio de Empleo, los trabajadores gordos
constituyen un estímulo para la economía: desayunan todos los días un
mínimo de cinco porras, lo cual representa una indudable inyección para
el sector hostelero.
La segunda ventaja, según los expertos, es que los trabajadores
gordos están tan gordos que tienen más posibilidades de morir antes de
la edad de jubilación, con lo que el gobierno mataría dos pájaros de un
tiro al solucionar también el problema de las pensiones.
La tercera ventaja, más difícil de traducir en datos económicos,
tiene que ver con la capacidad sudorípara de los gordos. Un trabajador
gordo suda el triple que un trabajador normal, con lo que transmite la
sensación de estar esforzándose más. Ello supone un incentivo para sus
compañeros, según argumenta el ministerio en su página web.
Asimismo, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha insistido en recordar a la oposición que “los gordos son muy simpáticos”. ( Fernando Costilla , El Mundo Today, el 6 de mayo, 2014)
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