"Leo en los papeles que España enviará a Ucrania lanzagranadas de fácil manejo, «pensados para personas sin experiencia en armas». Supongo que esto significa que los enviarán sin munición, que es la forma más segura de que alguien sin experiencia en su manejo, utilice un arma, no sea que sin querer disparen a su propio ejército -uno coge un lanzagranadas del revés y no se da cuenta hasta que no ha disparado hacia atrás y tengamos un incidente diplomático.
O tal vez son lanzagranadas de madera, que también son inofensivos, pesan menos y son mucho más adecuadas para todo tipo de personas, incluso mujeres y niños. Sea como fuere, España hace bien, como siempre, ya que si se trata de apoyar a Ucrania sin que se note mucho para no dividir más al gobierno, mejor enviar armas para amateurs, de las que apenas matan. -Usted apunte por el visor, y cuando tenga el objetivo en tiro diga pum.
Los ucranianos sin experiencia en armas estarán esperando impacientes al convoy procedente de España, el único país que ha reparado en ellos. El resto de estados se limitan a remitir armas al ejército, como se ha hecho toda la vida, y no piensan en modistas, profesores, peluqueras, jubilados y encofradores, que también tienen derecho a participar en la guerra.
Solo España tiene en cuenta a los aficionados que, si no a tiempo completo, tal vez a la salida del trabajo quieren lanzar una granada contra un tanque. -Bang! -¿Cómo que bang? Esto no es un revólver, ¡es un lanzagranadas! Haga el favor de decir pum. Y no apunte allí, que ese tanque es de los nuestros. Menos mal que es un arma española.
Como el gobierno español se divide entre los que quieren enviar armas a Ucrania y los que no -más Irene Montero, que va a la suya y se indigna porque arma es nombre femenino-, se ha optado por la solución salomónica de armar a gente sin experiencia, para que al menos no maten mucho.
Con este sistema, además, el gobierno se confirma como uno de los que más lucha por la igualdad, puesto que se trata de armas que puede usar toda la familia, desde la abuela hasta el bebé. Y también por la conciliación familiar, ya que un día puede salir a disparar el marido, y al siguiente la esposa mientras aquél se queda al cuidado de los niños, que una ya está harta de que, con la excusa de ir a lanzar granadas , el muy tarambana vuelva todos los días a casa de madrugada y huele a vodka.
-Lo ves, Irene, una guerra ideal de la muerte para ti.
-Pues lo siento, Pedro, pero nosotros estaremos en contra hasta que «un lanzagranadas» no pase a llamarse «una lanzagranadas».
Dejando aparte estos pequeños desajustes que ya se resolverán, es algo que gracias al gobierno español, los carteles de «No se requiere experiencia» no se leerán sólo en las ofertas de trabajo de operador telefónico, sino que también las guerras estarán abiertas a cualquiera que quiera labrarse un futuro en ellas, aunque su experiencia se limite a ganar un osito de peluche en el tiro al blanco de la feria. Iniciativas como la española hacen que queden atrás los tiempos que para ir a la guerra hacía falta ser caballero.
O aquellos otros en los que se requería ser militar profesional, cuando, como ocurre con el fútbol, el profesionalismo ha acabado con el romanticismo de las guerras, ahora cada soldado lucha por dinero, sin sentir los colores. La democratización de la guerra, eso sí, es un signo de civilización. Por lo menos así no se pelea el gobierno." (Albert Soler, Diari de Girona, 05/03/22)
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