"No es de extrañar que no haya un acto en Cataluña, sea gastronómico o literario, sin que alguien coja un micro y recuerde los presos. Como sufren, pobres. El último en hacerlo -cuando lean esto habrá habido otro- fue el ganador del Josep Pla, al recoger el premio.
El supuesto escritor, no recuerdo el nombre pero sonaba extremo izquierdo del San Andrés, tuvo un recuerdo para «presos y exiliados», asegurándose así que en TV3 su corte de voz fuera mucho más largo que el del ganador del Nadal, el premio importante.
El marketing está cambiando. Hoy, salir en los medios catalanes es tan sencillo como ponerse un lazo en la solapa y hablar de los presos con palabras sentimentaloides. Haciendo esto, disfrutará usted del momento de gloria, aunque su mérito sea ganar la quina del pueblo, el premio Plan o un campeonato de tute.
Pero hablaba de los presos, sometidos a torturas inhumanas, y más si los comparamos con la vida de pachá que gasta el Puigdemont. No me refiero a que hayan pasado las fiestas separados de la familia, que esto a menudo es más un regalo que un castigo, ya me apuntaría yo.
Pero hablaba de los presos, sometidos a torturas inhumanas, y más si los comparamos con la vida de pachá que gasta el Puigdemont. No me refiero a que hayan pasado las fiestas separados de la familia, que esto a menudo es más un regalo que un castigo, ya me apuntaría yo.
No, lo peor es el martirio a que los someten los ociosos que van a celebrar los más estrafalarios actos festivos a las puertas de la prisión, para recordarles que mientras ellos purgan la pena el resto nos lo pasamos pipa.
Financiados sin duda por el malvado España, hordas de maltratadores reúnen junto a los muros de Lledoners y del Puig de les Basses para hacer castillos, cantar villancicos, celebrar conciertos, hartarse en suculentos cenas o -esto lo acabo de leer - organizar campeonatos de voley.
Faltan sólo botellones.
Todo al máximo volumen posible, para que los presos sepan que fuera la vida sigue, lúdica y divertida como siempre. Un inciso: las meriendas y cenas se deben hacer cuando el viento sople hacia la prisión, así mientras los presos comen el infame rancho carcelario les llega el aroma de costillas y salchichas que se degustan en el exterior.
Qué tristeza me provoca, que haya catalanes tan crueles. Qué rencor deben sentir hacia los presos, para putear de ese modo. Por fortuna, estos pronto serán trasladados a Madrid y dejarán atrás todos los lacistas que les hacen la vida imposible. Dejarán incluso de ver en TV3 a tanto pesado hablando de ellos. ¿Puede haber mayor felicidad?" (Albert soler, Diari de Girona, 08/01/18)
Qué tristeza me provoca, que haya catalanes tan crueles. Qué rencor deben sentir hacia los presos, para putear de ese modo. Por fortuna, estos pronto serán trasladados a Madrid y dejarán atrás todos los lacistas que les hacen la vida imposible. Dejarán incluso de ver en TV3 a tanto pesado hablando de ellos. ¿Puede haber mayor felicidad?" (Albert soler, Diari de Girona, 08/01/18)
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