"Tras su derrota en las urnas el pasado domingo,
Esperanza Aguirre ha intentado formar una “coalición de centro” junto al
PSOE y Ciudadanos con la intención de hacerse con la alcaldía, tal y
como informó ella misma ayer durante una rueda de prensa en la que
estuvo acompañada en todo momento por diversas sombras de aspecto
humanoide.
La lideresa trataba de disiparlas con las manos pero, a los
pocos segundos, volvían a formarse o a emerger del suelo y las paredes.
“Vamonosssss, ven”, dijeron las sombras con un siseo húmedo y profundo antes de que Aguirre abriera la boca.
“Yo
quería volver a la política para frenar a Podemos”, aseguro la también
presidenta popular en Madrid mientras varias sombras se le enroscaban en
los tobillos y los brazos, tirándole de la ropa, según los periodistas
presentes.
“Esssss la hora”, se escuchó a continuación.
“No quiero ir”, susurró Aguirre justo antes de detallar el peligro
que puede suponer para la ciudadanía un Ayuntamiento comandado por Ahora
Madrid y Manuela Carmena. La mandataria insistió en que el PP y el POSE
son, junto a Ciudadanos, una “opción democrática, occidental y europea”
mientras un tentáculo no corpóreo le acariciaba el pelo.
“Es poco tiempo, es poco. Tan pronto siempre. Solo un poco más”,
susurró Aguirre al concluir, sin dirigirse a ninguno de los humanos
presentes y tratando de ignorar el agujero que se abrió en medio de la
sala de prensa y que pronunciaba su nombre." ( Kike García , El Mundo Today, 27 de mayo, 2015)
"Aguirre, el monstruo que no terminaba de morir.
El discurso del miedo sufrió un duro golpe en las elecciones del domingo. Esperanza Aguirre lo había apostado todo en la campaña electoral al comodín más seguro ante el electorado madrileño. (...)
Había que evitar que los amigos de los violentos se hicieran con el control de la capital de España.
Y de repente, se hizo el vacío bajo sus pies. Ganó las elecciones por una diferencia mínima que se traducía en sólo un concejal más y perdió una carretada de votos. La humillación definitiva de la arrogante y despiadada líder del PP madrileño. La jubilación anticipada, la muerte política de alguien acostumbrado a mandar.
Pero como los monstruos de las mejores películas de serie B, Aguirre reapareció después del presunto desenlace final. Herida mortalmente, aún tenía fuerzas para una última aparición, tan espeluznante como la anterior. Los periodistas sólo esperaban el cortejo fúnebre y se acercaron en manada a la rueda de prensa en la que podía confirmarse el óbito. Las plañideras (es decir, tertulianos) ensayaban los lamentos desgarrados.
De entre la oscuridad, apareció, no el ataúd, sino el Monstruo. Con menos aura negra que de costumbre. Disparando sus últimas balas. Ofreciendo entregar la alcaldía de Madrid al rival al que ridiculizó y despreció en campaña. Inmolándose con el cinturón de explosivos adosados al cuerpo. La Juana de Arco de la democracia liberal ardía en la pira para prestar su último servicio. ¿A quién? “Quiero evitar que Madrid sea un trampolín para cambiar en noviembre nuestro sistema de civilización”.
Pero no era una ópera lo que interpretaba, sino una zarzuela cómica escrita por un dipsómano en estado de pánico y acuciado por la premura y el bajo presupuesto. Demostró su falta de principios (al afirmar que estaba dispuesta a suscribir el programa de su enemigo de siempre), su desesperación (exigiendo una refundación del PP controlada por ella y que acabaría con ella en la cúpula como de costumbre) y su ignorancia (al desconocer que el PSOE necesita a Podemos y otras candidaturas de izquierda para tocar poder en otras comunidades autónomas).
Como ocurre en muchas películas, no era necesario que fuera el protagonista el que asestara el golpe final que acabara con el Monstruo. Podía ser un personaje inesperado. Fue una compañera de partido, probable futura presidenta de la Comunidad, la que le propinó el golpe de espada que lo partió en dos. “A mí no me gustan los frentes antis. No me gusta que hagan un frente antiPP, ni me gusta un frente antinada en general”, dijo Cristina Cifuentes.
El Monstruo se precipitó en el abismo, ahora sí, herido de muerte, y cayó sobre un océano de lava. Ahora sí, aparecieron los títulos de crédito y se encendieron las luces." (Guerra eterna,
"Aguirre, el monstruo que no terminaba de morir.
El discurso del miedo sufrió un duro golpe en las elecciones del domingo. Esperanza Aguirre lo había apostado todo en la campaña electoral al comodín más seguro ante el electorado madrileño. (...)
Había que evitar que los amigos de los violentos se hicieran con el control de la capital de España.
Y de repente, se hizo el vacío bajo sus pies. Ganó las elecciones por una diferencia mínima que se traducía en sólo un concejal más y perdió una carretada de votos. La humillación definitiva de la arrogante y despiadada líder del PP madrileño. La jubilación anticipada, la muerte política de alguien acostumbrado a mandar.
Pero como los monstruos de las mejores películas de serie B, Aguirre reapareció después del presunto desenlace final. Herida mortalmente, aún tenía fuerzas para una última aparición, tan espeluznante como la anterior. Los periodistas sólo esperaban el cortejo fúnebre y se acercaron en manada a la rueda de prensa en la que podía confirmarse el óbito. Las plañideras (es decir, tertulianos) ensayaban los lamentos desgarrados.
De entre la oscuridad, apareció, no el ataúd, sino el Monstruo. Con menos aura negra que de costumbre. Disparando sus últimas balas. Ofreciendo entregar la alcaldía de Madrid al rival al que ridiculizó y despreció en campaña. Inmolándose con el cinturón de explosivos adosados al cuerpo. La Juana de Arco de la democracia liberal ardía en la pira para prestar su último servicio. ¿A quién? “Quiero evitar que Madrid sea un trampolín para cambiar en noviembre nuestro sistema de civilización”.
Pero no era una ópera lo que interpretaba, sino una zarzuela cómica escrita por un dipsómano en estado de pánico y acuciado por la premura y el bajo presupuesto. Demostró su falta de principios (al afirmar que estaba dispuesta a suscribir el programa de su enemigo de siempre), su desesperación (exigiendo una refundación del PP controlada por ella y que acabaría con ella en la cúpula como de costumbre) y su ignorancia (al desconocer que el PSOE necesita a Podemos y otras candidaturas de izquierda para tocar poder en otras comunidades autónomas).
Como ocurre en muchas películas, no era necesario que fuera el protagonista el que asestara el golpe final que acabara con el Monstruo. Podía ser un personaje inesperado. Fue una compañera de partido, probable futura presidenta de la Comunidad, la que le propinó el golpe de espada que lo partió en dos. “A mí no me gustan los frentes antis. No me gusta que hagan un frente antiPP, ni me gusta un frente antinada en general”, dijo Cristina Cifuentes.
El Monstruo se precipitó en el abismo, ahora sí, herido de muerte, y cayó sobre un océano de lava. Ahora sí, aparecieron los títulos de crédito y se encendieron las luces." (Guerra eterna,
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