"Cañagüeca, el
taxista más conocido por distintas generaciones de A Mariña, no quiso
en su entierro ni flores ni velatorio. El hombre que el DNI identificaba
como Roberto Pernas Louzao (Valcarría-Viveiro, 1935) se despidió
haciendo gala de la personalidad arrolladora que siempre le caracterizó.
Dijo adiós demostrando el cariño hacia los suyos y dejando por escrito
sus últimas voluntades, al tiempo que se confesaba «católico apostólico
gallego».
Le pidió a su hijo Roberto y a su nuera Esther que convidaran a
un par de gaiteiros para despedir la caja con sus restos en la puerta
de su casa. También quiso que la música de gaita volviese a sonar en el
lugar de Ponte do Carro. Su deseo era que desde ese punto fuesen sus
amigos los que lo trasladasen hasta el camposanto «donde echarán la
última tocata». Y sucedió el domingo, en A Rigueira (Xove).
Cañagüeca quería música de muiñeira o de
pasodoble. Le gustaban las piezas alegres y hasta en el momento de la
despedida rechazó las fúnebres. Así era este hombre conocido
principalmente en A Mariña y en otras localidades costeras gallegas. De
su trabajo en Feve, en Viveiro, pocos se acuerdan.
Lo que es difícil de
borrar del recuerdo de muchas generaciones de mariñanos es su trabajo
como taxista, una profesión que disfrutaba y que catapultó su fama de
persona entregada. Con él viajaron desde Burela, donde más lo conocían,
cientos de marineros y armadores, novios en busca de fiesta y un buen
número de parturientas.
Entonces el Hospital da Costa era solo un
proyecto y las mariñanas debían soportar más de una hora en coche para
poder alumbrar en un centro hospitalario. «Hubo muchos niños que
nacieron en el coche de mi padre», recordaba ayer Roberto Pernas, el
hijo de Cañagüeca, todavía emocionado por una pérdida
irreparable. Así era este conocido taxista, con más de ocho millones de
kilómetros recorridos, que le entregó a su familia hace meses sus
últimas voluntades.(...)
Su familia lo define como valiente, osado y alegre.
Lo dejó bien claro en las indicaciones: «Música alegre (..) El fúnebre
se quedará en la pista, nada de entrar para dentro». También aclaró que
no quería teatro en su despedida, quiso irse sin zapatos y ocupar el
nicho «de arriba del todo».
No quiso candelabros sobre la caja e indicó
que le gustaría el primer descanso en su cama. Manifestó sus
predilecciones por la vestimenta que debería llevar, no quiso que se
tocasen las campanas y le pidió a su hijo que comprara un jamón, unas
botellas de vino y cervezas.
En vez de rosario prefirió que su familia se reuniese en la cocina «para xarrear y comer»." (Viveiro / La Voz, 31 de marzo de 2015)
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