"Yanis Varufakis ha permitido que Paris Match le haga un reportaje
de vida cotidiana en su casa de Atenas. Esa revista en la que sale la
gente más guapa de Europa desde hace décadas. Por otro lado, ¿el
ministro griego de Hacienda debería sólo aparecer en New Left Review?
¿Artículos largos y sin fotos?
¿Qué clase de austeridad puritana lleva a
pensar que los ministros sólo pueden posar (es decir, colocarse delante
de un fotógrafo) en el despacho, vestidos con traje y corbata, el
uniforme de “la gente muy seria” de la que se burla Krugman, y ante una
mesa llena de papeles?
Varufakis, Varufucker, el hijo perdido de Zeus,
la bestia negra de Schäuble, la vanguardia de Syriza en Europa, el tipo
que se supone que ha arrastrado el caballo de Troya hasta las puertas
de la confiada Unión Europea…
Son algunas de las etiquetas que se han
asignado al economista griego que tiene ante sí una tarea imposible.
Conseguir que la UE ponga fin a la hemorragia de la economía y la
sociedad de su país, aceptando al mismo tiempo la realidad de que es
responsable de las finanzas de un Estado en bancarrota.
¿No es motivo suficiente para intentar una imagen diferente ante una
audiencia europea? Los griegos no están todo el día maquinando cómo
sacar más dinero a los alemanes. También son gente que disfruta de la
vida, del matrimonio, de comer al aire libre, de disfrutar de un lugar y
un clima por el que oleadas de turistas alemanes han volado a Grecia en
los últimos años.
Es además un principio clásico de la comunicación política. Buscar
que la audiencia vea al político, en especial si ha sido descrito como
peligroso, como un tipo normal, que puede caer simpático, que no está
conspirando todo el día para acabar con la civilización tal y como la
conocemos. Alguien en quien se puede confiar.
[Eso no impide que en ese intento a veces se cometan errores o
situaciones que provocan una cierta perplejidad, como cuando las
ministras de Zapatero se hicieron pasar por modelos en Moncloa, o esa foto de la actual vicepresidenta en una habitación de hotel. Puede ocurrir que el riesgo sea excesivo o que no puedas controlar el impacto del mensaje.]
Pero en las trincheras ideológicas de la eurozona no se iba a
desaprovechar esa oportunidad para atizar al enemigo. El jefe de
economía del Financial Times se burló contraponiendo
la imagen de la comida con su mujer (¡ensalada!, ¡pescado!, ¡¡¡vino
blanco!!!) con la crisis humanitaria de Grecia.
Y luego Chris Giles
escribía que no le importaba
cómo vive Varufakis, pero se preguntaba por lo que pensarían los pobres
de otros países de la eurozona que se supone que deben ayudar a Grecia.
Ajá, el problema no es un país con una deuda insostenible, una caída
del PIB de 25 puntos, el aumento de la pobreza hasta niveles
desconocidos en décadas o la pérdida de la asistencia sanitaria para los
parados de larga duración, sino el estilo de vida de un ministro.
Porque Varufakis se gastará el dinero que saque a Alemania en comprar
lechuga y pescado. (...)
Más respuestas del establishment. Un directivo del Consejo de Relaciones Exteriores comenta que se nota que la “austeridad”
no es un problema para el ministro griego. Bien visto, viniendo de la
clase de gente que se conforma con una lata de sardinas para cenar.
El economista José Carlos Díez dice que no es la mejor imagen para “un país con pobreza y de un partido de izquierdas”.
Y cree que el Bild
es un argumento de autoridad. Díez ha criticado en muchas ocasiones la
política europea de austeridad, lo que no le ha impedido cuando viaja
por España comer en estupendos restaurantes, invitado o pagado de su
bolsillo, porque a fin de cuentas no tiene que dar cuentas a nadie sobre
cómo se gasta su dinero ni eso descalifica sus ideas.
En el apartado del periodismo de tabloide patético, un par de grados por debajo del Daily Mail, está el ABC, pero eso tampoco puede sorprender demasiado.
Es muy posible que en Grecia Varufakis haya recibido críticas de la
gente de su partido o cercana a él. El diario Avgi, cercano a Syriza, ya
le había advertido de los riesgos de la sobreexposición en los medios.
Es la vieja idea de que los políticos de izquierdas no pueden hacer
ninguna ostentación de riqueza, en la mayoría de los casos entendiendo
como tal lo que te permite un sueldo de clase media o clase media alta.
Una especie de razonamiento idiota por el cual es una muestra de
hipocresía que alguien de izquierdas gane dinero y no lo oculte, y que
tiene un correlato involuntariamente cómico porque eso lleva a pensar
que un político de derechas no tiene ninguno de esos problemas; a fin de
cuentas todos ellos son unos cabrones sin sentimientos. ¿Perdón? No es
cierta la primera premisa, y tampoco la segunda, pero la primera lleva a
la segunda.
Otra cosa es que la crítica a la austeridad y la política tradicional
nos haya llevado a un territorio donde se priman cuestiones secundarias.
En España hay partidos que creen que todo se solucionaría con menos
coches oficiales y menos autonomías.
Como si eso fuera a solucionar los
problemas de una economía de más de un billón de euros de PIB (qué
demonios, eso no serviría ni en Italia, que tiene un número imbatible de
coches oficiales).
Syriza ha recortado en esos apartados al llegar al
Gobierno, y esto puede servir para lanzar un cierto mensaje a la opinión
pública, siempre que no se crea que eso es lo importante, o lo que
separa a los buenos de los malos. (...)
La gente necesita políticos que se tomen en serio su trabajo, que
adopten en él una actitud profesional, que reciban un sueldo que esté a
la altura de ese compromiso, que no se avergüencen de reconocerse como
tales. Y también políticos que tengan tiempo para comer con su mujer y
disfrutar de la vida. Con vino blanco en la mesa. (...)" (Guerra eterna, 15/03/2015)
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