El paciente, Manel Pagès, administrativo de 38 años, ha sido dado de
alta esta mañana y ha reconocido que es una práctica que suele llevar a
cabo. “Es doloroso. Calculo la trayectoria ideal para facilitar una
salida del aire sin adherencias ni fricciones. Y si necesito usar
lápices o material de oficina para hacer palanca entre las nalgas no
dudo en hacerlo. Todo, por respeto a mis compañeros de oficina a quien
pueden molestar esos ruidos”.
“Me ha dicho el médico que si silencio un solo pedo más, moriré. Pero
si no lo silencio y en el silencio de la oficina se oye un pedo mío,
moriré igual de la vergüenza”, explica compungido. “No hay salida”,
sentencia Pagès.
Al ser entrevistados, sus compañeros han admitido desconocer por
completo los esfuerzos sobrehumanos que lleva a cabo cada día Manel para
evitar que se oigan sus flatulencias. “Pero vaya, que oírlos no, pero
sentirlos los sentimos igual porque la zona de alrededor de su mesa
huele a azufre que tira de espaldas”. (El Mundo Today, 29/11/2012)
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