Comenzaba así: En este periodo de crisis, incluso si las cifras de Renault no son malas, es inadmisible que haya personas que se aprovechen de su posición para conseguir dinero a base de sobornos.
El escrito terminaba con una frase amenazadora: Si no se verifica esta información, no dudaré en enviársela a la prensa especializada. (...)
La carta no aportaba pruebas. Por eso, la dirección decidió confiar la investigación a sus propios servicios de seguridad: Si hubiéramos ido con eso a la policía, nos lo hubieran tirado a la cabeza, aseguraba un miembro de la dirección de Renault a Le Nouvel Observateur.
Así, un expolicía y dos antiguos miembros de los servicios de inteligencia franceses, miembros de la cúpula del departamento de seguridad de Renault, se encargaron de verificar el contenido de la carta y de atrapar a los culpables. (...)
Las pesquisas se desarrollaron discretamente hasta el 4 de enero. Ese día, una bomba informativa sacudía el plácido panorama posnavideño francés: la agencia France Presse informaba de que Renault acababa de apartar de sus puestos a tres altos cargos. (...)
Les imputaron un delito de espionaje industrial. Nada menos. Estupefactos, los tres altos cargos contemplaron cómo los medios de comunicación, citando fuentes de Renault, les acusaban de regentar cuentas bancarias en Suiza y en Liechtenstein alimentadas por una sociedad china denominada Power Grid Corporation. En una de esas supuestas cuentas había 130.000 euros. En otra, 500.000.
También oyeron que les acusaban de vender secretos tecnológicos relacionados con las nuevas baterías del proyecto del coche eléctrico amultinacionales chinas. La noticia dio la vuelta al mundo. China desmentía la información tajantemente y el asunto estuvo a un paso de acarrear un incidente diplomático. (...)
Éric Besson, el ministro de Industria, dio por cierto el incidente y lo analizó en la radio: Esto es una guerra económica. (...)
Por entonces la Dirección Central de Información francesa (el servicio de contraespionaje) se hacía con el caso y, siguiendo el rastro del dinero, comenzó a perseguir las famosas cuentas suizas de los tres acusados. Y ahí empezó a cambiar todo.
Las cuentas no aparecieron nunca. (...)
Tampoco la misteriosa garganta profunda que había suministrado datos comprometedores como el origen de la carta, sin ir más lejos a Dominique Gevrey, antiguo miembro de los servicios de inteligencia franceses y uno de los componentes del equipo de seguridad de Renault que investigaba el asunto.
La negativa de Gevrey a revelar la identidad de un enigmático informador, sus contradicciones a la hora de explicar sus extrañas pesquisas y, sobre todo, el hecho de que esa misteriosa fuente hubiera reclamado 250.000 euros para hablar, hicieron sospechar aún más a los contraespías franceses.
Volvieron a olfatear el rastro del dinero y descubrieron que los 250.000 euros tras pasar por una cuenta española habían acabado en un banco suizo, en manos del mismo Gevrey.
Este, que lo negó todo, fue arrestado el fin de semana pasado en el aeropuerto parisiense de Roissy cuando se disponía a huir a Guinea.
Los tres altos ejecutivos, a los que Renault ha prometido rehabilitar, exigen una indemnización millonaria y rechazan volver a trabajar para esa empresa. (...)El físico Balthazard le exigió, además, que se disculpara.
Ghosn, cabeza visible de todo este episodio sonrojante y caro, cumplió: hace días apareció en el telediario de más audiencia de Francia, el mismo en el que denunció meses atrás el supuesto espionaje, para pedir perdón públicamente a los tres altos cargos a los que echó con oprobio. Y confesar, ante el país entero, que le habían engañado." (El País, Domingo, 20/03/2011, p. 5)
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