"Soy un prosistema. Un tipo que paga sus impuestos religiosamente, cruza el semáforo en verde y se niega a aceptar que el Tribunal Supremo se dedique a prevaricar. No puede ser. Tiene que existir una explicación alternativa a la prevaricación para entender por qué el máximo órgano jurisdiccional lleva un tiempo haciendo cosas sorprendentemente extrañas como imputar al fiscal general del Estado, encargado de perseguir a los delincuentes, por desmentir el bulo lanzado por uno. Ya lo sé. Los más puristas de la exquisita legalidad, gente aún más prosistema que yo, estarán pensando en este momento que esto no es cierto. No se ha imputado al fiscal por desmentir un bulo, sino porque sobre él recae la sospecha de que filtró unos mensajes sometidos a secreto y que ahí, y no en su intento de esclarecer la verdad, está el posible delito. Tienen razón. Si García Ortiz –así se llama el fiscal imputado– filtró unos correos, habría incurrido en un delito. Lo cual es motivo suficiente para llevar a cabo esta investigación nunca antes hecha en España, en la que un ciudadano anónimo, que podría ser usted o podría ser yo –pero ha sido la pareja de Díaz Ayuso–, logra que la Guardia Civil entre en el despacho de un alto cargo del Estado para requisarle el ordenador y el teléfono en busca de un delito que se ha cometido un millón de veces por estos lares. Por si no lo saben, cada vez que lee usted un titular de prensa anunciando una exclusiva judicial, cada vez que escucha la manida frase de “hemos tenido acceso al sumario”, se trata de un delito. Un delito nunca antes perseguido. Hasta hoy, porque nunca es tarde para mejorar en calidad democrática. La tesis número uno que desmentiría los rumores de que el Tribunal Supremo prevarica es que, por fin y después de décadas sin hacerlo, han decidido que todo eso que antes pasó un millón de veces hay que tomárselo muy en serio. Simplemente la casualidad ha querido que los protagonistas hayan sido la pareja de Ayuso y un fiscal nombrado por Pedro Sánchez.
Aunque la cosa se va complicando, nunca hay que dejar de creer en la democracia
Para un prosistema como yo, la alegría de haber encontrado una explicación convincente que descarte la prevaricación de los jueces dura poco. El tiempo justo para recordar que el otro día Miguel Ángel Rodríguez, ventrílocuo que maneja los hilos de la muñeca Ayuso, pasó a declarar por un juzgado sobre este mismo asunto y, como si tal cosa, reconoció haber sido el autor de la primera filtración, esa que sólo mostraba una parte de ese intercambio de correos electrónicos secretos. La tesis de que los jueces, de repente, han decidido ponerle fin de una vez por todas al gravísimo problema de las filtraciones se nos cae teniendo en cuenta que MAR no ha sido imputado tras confesar en sede judicial el mismo delito por el que la Guardia Civil entró al despacho del Fiscal. Menudo desasosiego. Pero que no cunda el pánico. Debe de haber otra explicación. Aunque la cosa se va complicando, nunca hay que dejar de creer en la democracia. Tal vez el Tribunal Supremo haya descubierto algo sorprendente, algo que no puede contarnos porque hacerlo sería precisamente cometer el mismo delito que se le atribuye al fiscal. Algo estratosférico. Quizá un agujero negro nunca antes detectado en el cual la línea espaciotemporal no funciona como pensábamos hasta hoy. Cuando se levante el secreto de sumario, el presidente del Tribunal Supremo puede llevar este hallazgo a la revista Science, donde fliparán al descubrir que las cosas que suceden después realmente suceden antes. Habrán visto El curioso caso de Benjamin Button.
Esto explicaría que, a pesar de que un par de periodistas han declarado como testigos ante el tribunal que ellos recibieron la filtración de esos correos con anterioridad a la fecha en la que se investiga la participación del fiscal, el juez haya decidido mantenerlo imputado. No hay otra: la línea espacio-tiempo debe de haberse girado. De lo contrario sería imposible que el Tribunal Supremo pudiera mantener imputado a un tipo por desvelar un secreto cuando ese secreto ya había sido desvelado. Es imposible que el Tribunal prevarique en este caso. Sería una aberración tal como que usted leyese una exclusiva judicial en prensa y, al comentarla en una cena con amigos, la Guardia Civil irrumpiese en el restaurante pidiéndole acudir a comisaría por revelación de secretos. Nunca le dedicamos un minuto a perseguir este tipo de conductas, pero, cuando por primera vez lo hicimos, descubrimos esta maravillosa anomalía en la línea espacio-tiempo, dirá vestido de frac el presidente del Tribunal Supremo en el acto de aceptación del Premio Nobel ante un auditorio de científicos boquiabiertos. Llegados a este punto, habrá quedado absolutamente descartado que en España tengamos jueces cometiendo delitos impunemente por motivos políticos. Ya nadie pensará que se trata de prevaricadores, sino de genios. Algunos respiraremos tranquilos."
( Gerardo Tecé , CTXT, 13/01/25)
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