La vida privada ya no es una frontera. Quienes mandan, dirigen o gozan de privilegios sociales, económicos o mediáticos, están faltando al respeto a los ciudadanos, creen muchos. Ha llegado la hora de la revuelta, de la revancha. Es el momento de ir a por ellos, y sin contemplaciones. (...)
Una revuelta cómica sacude los pilares de confianza y reputación de aquellos que se consideran intocables. La burla indiscriminada se apodera del clima social como respuesta al desasosiego general.
Y, mientras el sarcasmo se convierte en la gasolina que enciende las audiencias televisivas, entre los sectores más populares, una nueva generación irreverente, joven y mileurista, urbana y digital, busca la provocación como antídoto al tedio y a la sociedad que ve reflejada en sus mayores. (...)
Finalmente, la nueva ópera bufa. El teatro social, de crítica y denuncia política de los nuevos cómicos, cada vez más audaces, más atrevidos, más poderosos, rivaliza con la política formal. Grotescos, se mofan del poder y lo retan, incluso con sus propias armas. Algunos, incluso, pasan de la simulación política a la contienda electoral.
Esta misma semana, Jón Gnarr, un humorista, ha ganado las elecciones municipales en Reikiavik (Islandia). El nuevo alcalde se declara abiertamente corrupto y asegura que no cumplirá sus promesas electorales. Dice, provocadoramente, lo que muchos electores piensan de sus políticos oficiales. Los votos cómicos son una bofetada al sistema en un país en fallida económica y que fue pasto de la avaricia y la especulación financiera que ha provocado la crisis actual.
Sarcásticos, irreverentes, bufos... los ciudadanos expresan ya, en todas partes, su malestar con una mueca que solo los ciegos podrían entender como humor o cosas de frikis insolentes. La gente no está para bromas, aunque se ría. Todo se mueve." (El País, ed. Galicia, 16/06/2010, p. 31)
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