“Cada cual busca su particular semejanza con Dios. La mía... digamos que acabo de encontrarla: De mi conducción dependen las vidas de miles de desconocidos. (…)
Es otro día llevé en mi taxi a la actriz (y ahora cantante) Victoria Abril. El trayecto era largo, así que nos dio por hablar de música. En Radio3 estaban emitiendo en directo un concierto de flamenco de esos que dejan los pelos de punta en blanco. Victoria (cómo no) me dijo que conocía al cantaor, que era un buen amigo. - Porque nosotros los artistas... sentimos estas cosas desde muy dentro. ¿Sabes que ya llevo 40.000 copias vendidas en Francia? Ella hablaba y yo, mientras, comencé a fantasear con la idea de estrellar el taxi a lo bruto (con ella dentro, claro). Ya os podréis imaginar la repercusión mediática que tendría un accidente de Victoria Abril. Al día siguiente no habría medio (menos el difuntísimo Tomate, claro) que no bombardeara su parrilla con el suceso de marras. Por otra parte me dió por recordar aquella peli con ella de protagonista (junto a Antonio Banderas) y el gran Almodóvar como director: Átame. Recordé el impacto que me provocaron, siendo niño, ciertas escenas. Y entonces comprendí que, en mayor o menor medida, aquella mujer había contribuido a componer la persona que ahora soy. Sin ella, sin esas cuerdas rodeando sus muñecas sobre la cama central de la película (sobre la misma cama de mis sueños húmedos), posiblemente habría acabado de otro modo, en una suerte de efecto mariposa de múltiples resultados, siempre distintos, pero nunca con este mismo final. Al bajarse me sentí como Dios, por haber evitado un terrible accidente.” (Ni libre ni ocupado: La victoria de un dios menor, 08-02-08)
No hay comentarios:
Publicar un comentario