"(...) un simpático andaluz al que vi por televisión hace años y que le había prometido a su padre que, aunque se muriera, él se encargaría de que no se perdiera ni un partido del club de sus amores, el Betis.
Muerto e incinerado su progenitor, este voluntarioso personaje no tuvo idea mejor para cumplir su imposible promesa que meter las cenizas del difunto en una botella y llevárselas al campo del Betis: cada vez que el equipo local marcaba un gol, nuestro hombre alzaba la botella con las cenizas y la agitaba en señal de alegría.
Había cumplido su promesa: aunque muerto, su padre seguía asistiendo a los partidos del Betis.
Se lamentaba el hombre, eso sí, de que una nueva prohibición impidiera
el acceso al campo con recipientes de cristal, pero enseguida solucionó
el problema trasvasando las cenizas paternas a un tetrabrik que ahora no recuerdo si era de leche o de vino Don Simón (aunque me inclino por esta segunda posibilidad, que me resulta especialmente verosímil en el caso que nos ocupa). (...)" (Ramón de España, Crónica Global, 10/04/21)
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