Retrato de Filek con sus colaboradores, publicado en 'El Día de Palencia' el 12 de marzo de 1940
"Mentiroso, embaucador, timador. Albert von Filek fue un sinvergüenza, un desconocido que llamó la atención del escritor Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) por su presencia, de apenas unas líneas, en la monumental biografía del historiador Paul Preston Franco, caudillo de España.
Como ya demostró en su libro Enterrar a los muertos (2005),
sobre José Torres, traductor y amigo de Dos Passos, a Martínez de Pisón
le atraen “los personajes secundarios a través de los cuales se puede
contar la historia con mayúscula”. En su nuevo libro, El estafador que engañó a Franco
(Seix Barral), el recién surgido régimen creyó “a un pícaro que
aseguraba haber inventado una gasolina sintética, conseguida de una
mezcla de agua del río Jarama, extractos vegetales e ingredientes
secretos”.
Hasta tal punto coló su pufo que “la primera ley publicada en
el Boletín Oficial del Estado de protección de la industria nacional
fue para favorecer el desarrollo de la de Filek, que incluía la
expropiación de unos terrenos a las afueras de Madrid”, dijo por
teléfono Martínez de Pisón.
Pero,
¿quién era este Filek y cómo pudo picar tan alto? Martínez de Pisón ha
necesitado tres años de investigación para poder escribir “una novela
sin ficción” que, con un estilo de reportaje periodístico, cuenta los
delincuenciales pasos de este individuo. Albert Edward Wladimir Fülek
Edler von Wittinghausen —una retahíla de nobles apellidos rimbombantes
siempre viene bien para ser creíble— nació en 1889 en Austria.
Bastardo
en una familia aristocrática, luchó en la Gran Guerra. “Con la derrota
del imperio austrohúngaro, su mundo se vino abajo. Era un superviviente
que empezó a dar sus primeros golpes desde Fiume, hoy Rijeka”,
aprovechando la megalómana dictadura que había implantado el poeta
Gabriele D’Annunzio y que naufragó a los 15 meses.
Los fraudes que comete, solo o en compañía de otros, le hacen dar con
sus huesos en varias cárceles. Cuando no, se escabulle de capital en
capital europea hasta llegar a Madrid en 1931, semanas antes de
proclamarse la República. “Era un tipo persuasivo, buen actor. Un
estafador a la antigua, que sabe la importancia de la velocidad de
actuación para que los demás no conozcan lo que hace”.
Una viuda con
dinero, una pareja próspera, un comerciante con ínfulas, un padre
desesperado por conocer el destino de un hijo en un campo de
concentración nazi… cualquiera le servía para darles el sablazo y
desaparecer. Un seductor también en lo personal: “Fue un mujeriego,
acusado incluso de bigamia.
Cuando está en la cárcel en Madrid tiene una
novia de Béjar, pero luego se casa con una granadina, Mercedes
Domenech, que le acompañará hasta el final de su vida, en Hamburgo en
1952”, explica Martínez de Pisón.
Tras varios engaños de medio pelo con su gasolina mágica, Filek decide
marcarse un gran farol. Lo intenta con el Gobierno de derechas de la
República, en 1935, pero fracasa. Sube la apuesta, ya en la guerra, con
el Ejecutivo del socialista Largo Caballero. El tiro le sale por la
culata.
Alguien rastrea sus antecedentes y acaba encarcelado por ser
sobrino del jefe del espionaje austriaco en la I Guerra Mundial, “aunque
no hay constancia de que fuera así”. Filek vive un proceso a lo Josef
K. “Lo increíble de su periplo carcelario es que es absuelto, pero lo
trasladan de una prisión a otra hasta que vuelve a ser absuelto, aunque
sin cambios. Había una orden superior de no dejarle en libertad bajo
ningún concepto”.
En sus más de dos años de reclusión, Filek se relaciona con
protagonistas del nuevo régimen de 1939, entre ellos Ramón Serrano
Suñer, cuñado de Franco, y no deja ocasión de proclamar su adhesión a
los golpistas. Cuando acaba la guerra, los gerifaltes de una España
necesitada de petróleo y combustibles, le escucha.
“La credulidad del
franquismo habla también de sus miserias, que ve la gasolina de Filek
como un milagro”. La prensa corrió a sumarse a la euforia con titulares
como “Un gran invento nacional" o "Hacia la autarquía en materia de
carburantes”. Los diarios franceses eran más escépticos: “El nuevo
carburante español se fabrica con agua y zumos vegetales” o “Gasolina
sintética sí… con un 75% de agua, no”.
Con todo preparado para la nueva industria, un análisis de una comisión de expertos de la Escuela de Minas descubre que la filekina,
como la llamaba el propio caudillo, es un tocomocho que “carece de
fundamento científico”.
Filek prueba, desde marzo de 1941, las cárceles
del franquismo, que prefirió echar tierra sobre el asunto “para no
exponerse al ridículo”, apunta Martínez de Pisón. El estafador fue
deportado a Alemania cinco años después, con la etiqueta de un posible
pasado nazi para agradar a los aliados. Otra mentira de la vida de
Filek." (Manuel Morales, El País, 07/04/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario