Floriano atosigando a un niño, y Rajoy, escapando de él
"Manuscrito encontrado en una tintorería de Pontevedra.
Españoles, os lo voy a decir sin tapujos: me caéis mal.
Sois unos jetas, unos aprovechados, chupópteros, parásitos y gorrones.
Vais a lo que vais. Sois lo peor.
Hace algunos años escribí dos artículos de divulgación científica. Ya
iniciaba entonces su expansión mi mente renacentista. Entonces, comenté
dos libros que consideraba imprescindibles: “La desigualdad humana”
y “La envidia igualitaria”. La tesis principal, así para resumir, era
que la desigualdad es cojonuda y la igualdad, una mierda. O, en mis
propias palabras: “la igualdad genera despotismo y la desigualdad es
fruto de la libertad”.
Ahí, con dos pelotas. En mi artículo seguía los
estudios biológicos de un notario de Monforte de Lemos, autor del libro
“Perfil humano de Franco” y algo nacionalsocialista según Wikipedia, y
defendía la tesis según la cual “los hijos de buena estirpe superaban a
los demás”. Para demostrar que tal afirmación estaba demostrada
científicamente cité unas cuantas paridas acerca de Mendel y los
cromosomas. Tanto me excité que hasta utilicé, por primera y única vez
en mi vida, la palabra “espermatozoide”.
A ver, seamos honestos, lo que quería era justificar que siempre
enchufásemos a nuestros familiares, no te jiba. Pero estaba equivocado.
Entono el mea culpa. En fin, nos ponían aquellas películas de la Segunda
Guerra Mundial en Sesión de Tarde y todos queríamos ser nazis. Por entonces yo no conocía a Richard Dawkins –y ahora tampoco– y me informaba, pues, donde podía.
De ahí saqué todas aquellas burradas: que si la naturaleza es
jerárquica, que si las condiciones ambientales se heredan, que si la
predisposición a los negocios es genética. Y eso por no hablar de
aquellas frases que bien podría haber firmado el Doctor Mengele tales
como “la desigualdad natural del hombre viene escrita en el código
genético” y otras que mejor olvidemos. La verdad es que me cubrí de
gloria con toda aquella sarta de sandeces. Y lo peor es que algunas aún
las sigo creyendo hoy.
Fue ahí cuando empecé a ser de lectura diaria del Marca y el As. Pero
no por burrez, como el resto de curritos. No: por ideología. Siguiendo
las teorías del Notario autor de aquel libro que me iluminaba, discurrí
que “las Olimpiadas (…) el afán por batir marcas, récords (…) constituye
demostración matemática de que el hombre (…) aspira a más (…) lucha por
desigualarse”. Sí, españoles, mi comprensión de la teoría de la
evolución consistía en que los individuos de cada especie luchan
denodadamente por hacerse distintos entre sí. De ahí la biodiversidad.
Voy a explicarlo con un ejemplo sencillo para las mentes abstrusas
que me leen: en el principio había una única raza de pájaros, pongamos,
el murciélago. Pero entonces todos empezaron a luchar por diferenciarse y
de ahí salieron los demás pájaros. De los que más querían estirar las
alas surgían los pterodáctilos, de los que más abrían la boca, los
pelícanos. Luego vinieron los insectos voladores, y así, hasta el
infinito.
Si los murciélagos hubiesen sido unos igualitaristas
acomodaticios, no habría habido evolución y ahora a ver cómo nos
comíamos un pollo frito. ¿Y dónde se reflejaba todo esto? En la Biblia de las gestas deportivas, el Vademécum de los intentos por la superación humana y la desigualización: El Marca.
Pero todo eran burradas. Ahora lo veo. Y tengo que reconocer, además,
con cierta tristeza, que nuestros hijos y nosotros mismos, los de buena
estirpe, somos tan lerdos como cualquiera. Por eso corregimos esa
ideología nuestra, quizá un tanto clasista, y abrimos la mano.
Gobernamos en 3.600 pueblos y ciudades. ¿Creen que esas decenas de miles
de alcaldes y concejales y sus familias son de “buena estirpe”?
Evidentemente no.
Ahí hay mucha plebe. ¿Y los trabajadores públicos que
hemos metido a dedo? ¿Son todos hijos de aristócratas? Ni hablar. Los
empresarios y comerciantes a los que favorecemos, ¿no tienen acaso
trabajadores? Hay pueblos en Ourense donde nos vota el 80% del censo.
¡Solo faltaba! Dimos curro a todos. ¿Son de buena estirpe en esas
aldeas? Ya me extrañaría. Pero a todos les pusimos sus miserables
trabajos aquí y allá: brigadas de incendios, peones de la diputación,
trabajos en la escuela taller, desbroce de montes. Curro para todos.
Vale, son una porquería, pero a ver a qué iban a aspirar en esos
sitios. Además, si no son trabajos precarios, dime tú cómo los íbamos a
chantajear. Y, qué leches, que no todo el mundo puede estar en los
consejos de administración de los bancos. La secretaria de Esperanza
Aguirre, junto a otro montón de incapaces, dirigía los destinos del
tercer banco del país. ¿Qué mayor prueba de democratización? Es el sueño
americano cumplido.
Hasta el más mendrugo puede sacar tajada del Estado.
Hemos metido a cientos de miles, millones, a chupar del bote sin exigir
nada. ¡Pero si cuando un tío nos decía que los Tres Tenores son la
banda rival de los Soprano lo hacíamos director del Conservatorio! No
hay ni un solo puesto de trabajo que dependa de esos 3600 pueblos y
ciudades en el que no hayamos colocado a un tipo que, de no ser por
nosotros, jamás podría colocarse de otra manera. Cientos de miles de
familias que suman millones de personas.
¿Y esa otra gente a la que
sobornamos? ¿Y a los que tenemos amenazados? Nuestros altos cargos,
nuestros corruptos, ¿Cuántos son? Los matemáticos del partido lo han
calculado. Sí, toda esa gente suma el 25,6% del censo electoral.
¡Exactamente los mismos que dicen que nos votarán en la encuesta del
CIS!
¿Qué tengo que pensar del resto de los españoles? Pues que sois unos
resentidos, envidiosos. Así de claro os lo digo. ¿Qué pasa? ¿Que nadie
vota por ideología ya? ¿Que tenemos que corromperos a todos?
Encima
tengo que leer las chorradas de los analistas rojillos que vienen a
decir que los españoles son un rebaño de imbéciles por seguirnos votando
a pesar de lo que robamos, preguntándose qué más tenemos que hacer para
que nos dejen de votar. ¡Ja! Como si nuestros votantes no estuviesen
también metiendo la mano aquí o allá. Como si fueran unos angelitos.
¿Imbéciles? De imbéciles nada.
Lo que son, es unos vivillos, unos
interesados y unos codiciosos. En cuanto no los untas, no te votan.
Desagradecidos, si todavía les parecerá poco que haya millones chupando
del bote. ¿Qué otro partido reparte tanto entre sus súbditos? Nadie
podrá decir nunca que hemos echado ni a los perros ni a las hormigas que
se acercaban a comer las migajas bajo la mesa.
Son bienvenidos, incluso
les cae alguna caricia de vez en cuando. Ahí están, alimentándose,
diferenciándose, luchando por los mendrugos y, en su desigualación,
creando las nuevas especies subhomínidas del mañana.
En aquel artículo del pasado, “La envidia igualitaria”, yo advertía
de amenazas que hoy, tristemente, se han cumplido. Nuestra sociedad ha
rebajado a los que son superiores. Ya no se respeta a los mejores por
cuna. Aquí todo se compra o se vende.
Ya no hay ni un solo ser humano
que nos vote si no es porque lo sobornamos o lo amenazamos. Miro al
futuro, al que imaginaron aquel notario y otros tantos
nacionalsocialistas como él, y pienso: ¿En qué nos hemos equivocado?
¿Por qué nos hemos esforzado tanto para esta gentuza?" (Jorge Armesto
, Diagonal, 14/05/15)
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