Los hechos ocurrieron en 2003, cuando María Concepción Peñarrubia Bocanegra y Ángela Luna Sánchez decidieron sacarse un sobresueldo e ingeniaron una estafa mediante anuncios en prensa e Internet, jugando con la alta autoestima sexual o la desesperación de los incautos.
La oferta era de trabajo urgente, y se prometían elevados beneficios con un gasto mínimo.
Los anuncios llevaban un teléfono con prefijo 902, en el que una telefonista llamada Miranda anotaba las solicitudes y requería una aportación en una cuenta bancaria que oscilaba de los 189 euros (la mayoría) hasta los 600 euros.
Eran cifras modestas para no generar desconfianza entre los estafados, y para que la reclamación de la pérdida del depósito por vía judicial fuera más onerosa que el daño ocasionado.
Además, la mayoría de los estafados, según los informes de la Guardia Civil que obran en la causa, era gente poco propicia a denunciar el caso, o por vergüenza o por tratarse de inmigrantes sin papeles. Las llamadas a Miranda reclamando luego el trabajo o el dinero aportado quedaron finalmente sin contestación.
Sin embargo, aproximadamente un 10% de los estafados, medio centenar, denunciaron los hechos. La investigación concluyó que las dos mujeres se habían embolsado 149.000 euros mediante ese procedimiento." (El Páís, 09/03/2011, p. 19)
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