‘El presidente Pujol nunca tuvo que recurrir a organizar ningún circo de embajadas inútiles para hacerse notar, pero ofrecía cada enero una cena a todos los cónsules de Barcelona, se sabía sus nombres de memoria y, en Europa, Cataluña era respetada por el prestigio de su presidente, y sin cargo alguno a los catalanes. Ahora, con Carod, hacer el ridículo nos sale muy caro.

[…] Al cabo de pocos días, le entrevistaron en TV3. Yo estaba cenando en casa de mis padres, lógicamente sin tener encendida la tele, y cuál fue la sorpresa familiar cuando cerca de medianoche el móvil de mi madre sonó y era Carod, casado y padre de familia, haciéndose el coqueto, preguntándole si le había visto en la tele, si le parecía que había quedado bien y si quería que la pasara a buscar para ir a tomar una copa y comentarlo con más tranquilidad.

Si le entró a la madre de un articulista que podría contarlo, ¿qué no habrá intentado con su jefa de prensa o con su secretaria? Hay pocos casos en el mundo como el de Carod: por lo menos yo, jamás he conocido a nadie que tenga un concepto tan alto de si mismo y con tan pocos motivos.

[…] Así es Carod, tan vaporoso e inconsistente como patético. Cuando cuenta los detalles de la entrevista [con ETA en Perpiñán], siempre te dice lo mismo: «Lo más importante, si algún día vas a entrevistarte con ellos, es que, sobre todo, quedes a mediodía y que te inviten a comer. Hacen un ternasco buenísimo»’." (lavozdebarcelona.com, 24/10/2010)