"Una epidemia de colchones desvencijados y abandonados a su suerte se ha
apoderado de la ciudad de Torrevieja (Alicante). Aparecen arrumbados
contra la pared, inclinados exánimes contra los contenedores de basura o
depositados con delicadeza en el suelo. Los hay todavía en buen estado
pero la mayoría están desgarrados a jirones o podridos.
Pueden
languidecer en callejones de la periferia, en centro urbano o en las
zonas residenciales para extranjeros que quieren jubilarse junto al mar y
bajo un buen clima. Según los cálculos del consistorio, el servicio
municipal de limpieza ha recogido 9.081 colchones entre julio y
septiembre. 3.000 al mes. Cien diarios. Y desde el consistorio no
encuentran una pista que les ayude a resolver lo que califican de
“misterio”.
La concejal de Aseo Urbano de Torrevieja, Carmen Gómez Candel (PP),
no sabe por dónde empezar a rastrear el origen del caso de los
colchones. En declaraciones a Efe, señaló que tras realizar unas
pesquisas por las tiendas de muebles locales, no se ha podido detectar
“un aumento significativo de las ventas de colchones respecto a otros
años”. Además, según los testimonios recabados, ante cada nueva
adquisición, “el comercio que suministra el nuevo retira el viejo y está
obligado a llevarlo a un punto autorizado”.
La situación ha obligado a la edil torrevejense a acabar con este
problema. No solo para “mejorar la imagen de la ciudad”, sino también
para controlar los efectos de esta hecatombe de colchones en las arcas
del consistorio. Retirar a las cerca de 9.100 piezas para procurar su
correcto descanso en el vertedero correspondiente suma un gasto de
163.458 euros, aseguran desde el consistorio.
Torrevieja es una ciudad en permanente tránsito de habitantes por
viviendas que cambian con frecuencia de propietarios. El grueso de su
negocio turístico no es estacional, apenas hay hoteles, sino
residencial.
Lo que más abunda son urbanizaciones de adosados en las que
apenas se habla español durante todo el año. El mercado inmobiliario ha
repuntado durante estos últimos meses, después del espectacular bajón
de la crisis, que llevó a la ciudad, la quinta de la Comunidad
Valenciana en población, de tener a más de 100.000 habitantes censados a
los poco más de 80.000 actuales. Las casas se vaciaron, muchos de los
residentes, especialmente los británicos, por temor al Brexit, volvieron
a sus países y no han vuelto. Y las agencias de la propiedad
inmobiliaria no paran de ofertar viviendas a precios muy bajos.
Prueba de este trasiego de compraventa inmobiliaria son, por ejemplo,
la gran cantidad de muebles y pequeños electrodomésticos que pueden
encontrarse junto a cualquier contenedor de basura. Y también, la
proliferación de negocios que se dedican a la compraventa de chatarra.
Un profesional de la recogida de vertidos que prefiere no identificarse
confirma la abundancia de jergones a su paso por toda la ciudad. “Sí hay
muchos”, señala, “casi todos en la Torreta”, una urbanización de la
periferia junto a la que se encuentra el ecoparque, el punto de recogida
de residuos municipal. (...)" (Rafa Burgos, El País, 28/10/19)
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