"Lunes, dos de la tarde, en la calle Martínez Maldonado. Agentes de
paisano y de uniforme comienzan a rodear una sucursal de La Caixa
situada en el número 41. En la comisaría se ha recibido una llamada de
un empleado del banco que alerta de un atraco. (...)
Dentro de la oficina, la escena era aún más surrealista. Mientras
el supuesto atracador se confesaba con uno de sus ‘rehenes’ y le
explicaba la situación que le había empujado a asaltar el banco, los
demás empleados seguían trabajando con normalidad. Incluso, atendían el
teléfono, con el beneplácito del intruso.
Porque, en realidad, fue un
atraco de boquilla. Solo buscaba un pretexto para que lo detuvieran.
«Llamen a la policía. Yo solo quiero que me metan en la cárcel», afirmó,
según relataron fuentes cercanas al caso.
El hombre entró en la sucursal cuando estaba a punto de cerrar
-faltaban unos minutos para las 14.00 horas- y solo quedaban tres
trabajadores en su interior. Lo hizo a cara descubierta, por lo que
parecía un cliente más. Vestía vaqueros y una camisa blanca bajo la cual
destacaba una prenda de color rojo. Aunque había algo extraño en él.
Parecía llevar un objeto escondido debajo de un chaquetón verde.
Caminó hasta el primer mostrador y se dirigió al empleado que
estaba al otro lado. «Esto es un atraco», anunció. Antes de que alguien
se alarmara, continuó con su presentación. «Voy armado, pero no les voy a
hacer daño -reproducen las fuentes consultadas- ni vengo a robar nada».
A continuación, le pidió que llamara a la policía.
El trabajador
obedeció y trasladó el mensaje, tal cual, al operador de la sala del 091
que descolgó el teléfono. La comisaría, no obstante, activó el
dispositivo habitual ante un posible atraco con rehenes.
La tensión que se vivía en el exterior del banco no tenía nada que
ver con la que había dentro. Mientras las patrullas de policía cruzaban
la ciudad a toda velocidad, el asaltante mantenía una conversación con
uno de los empleados en la que expuso sus motivos. Dijo haber sido un
empresario con varias personas a su cargo, pero que se había visto
ahogado por las deudas y las circunstancias personales, apuntaron las
mismas fuentes.
Cuando los agentes cercaron la sucursal, un negociador llamó al
trabajador que había dado el aviso y le pidió que le pasara el teléfono
al supuesto atracador, que confirmó al policía su intención de
entregarse.
Y acordaron la forma. El hombre explicó a su interlocutor
que iba a dejar sus armas -un palo de madera de unos 60 centímetros y un
cuchillo de cocina- sobre una mesa y que él iba a esperar arrodillado
en el extremo contrario de la oficina.
Y así lo hizo. Los agentes no tuvieron ni que reducirlo; no fue
necesario. Lo sentaron en una silla y lo tranquilizaron. Una vez que le
leyeron los derechos, se dispusieron a trasladarlo en un coche patrulla a
comisaría.
En ese momento, uno de los empleados del banco recordó a los
policías la única condición que arrestado había pedido: que al sacarlo
del banco lo cubrieran con su chaquetón verde para que no se le viera la
cara. Los funcionarios cumplieron lo acordado.
El hombre, de 35 años, pasó ayer mismo a disposición del Juzgado de
Instrucción número 4 de Málaga, en funciones de guardia. Tras escuchar
su declaración, el fiscal calificó los hechos como una falta de
coacciones, en lugar del supuesto intento de robo del que había sido
imputado inicialmente por la policía. No consiguió lo que quería. El
juez le devolvió la libertad." (diariosur.es ,eternityspain.wordpress.com , Revolución 2012)
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