Estos chistes son una selección realizada por los propios creyentes. No pretenden herir ni molestar a ninguna persona o comunidad, sea creyente o no. La voluntad de no hacer daño a nadie es el principio fundamental".
Como era de esperar, los mejores son los chistes de judíos sobre sí mismos. Un ejemplo:
"Un hijo pregunta a su padre:
-Papá, ¿qué es la ética?
El padre, comerciante, responde:
-Te lo explicaré. La ética es lo siguiente: imagina que viene una clienta a la tienda, me compra unos tejanos que cuestan cincuenta euros, se equivoca, me da un billete de cien y se va. La ética es: ¿se lo cuento a mi socio o no?".
En cambio, los de cristianos son de guante blanco, inocentes gracietas. Una muestra:
"Tres curas conversan sobre los problemas que tienen con los murciélagos en sus iglesias y sobre cómo ahuyentarlos.
El primero dice:
-Y agarré una escopeta y los cosí a tiros, pero lo único que conseguí fue llenar las paredes de agujeros.
El segundo dice:
-Yo puse veneno y se fueron, pero ya han vuelto.
El tercero, sonriendo, dice:
-Yo tengo la solución. Los bauticé, los hice miembros de la Iglesia y les hablé del diezmo. ¡No han vuelto más!". (...)
He aquí un chiste de ateos, además del ya clásico "soy ateo, por la gracia de Dios":
"¿Por qué hay tantos funcionarios ateos? Pues porque consideran que no puede haber otra vida mejor".
La verdad es que los chistes sobre ateos no paran de hablar de Dios.
"Se encuentran dos ateos y uno le dice al otro:
-El otro día estuve en la biblioteca y leí un libro titulado La Biblia.
-¿Ah, sí? ¿Y de qué va?
-Pues mira, trata de un tal Jesús que tenía un amigo llamado Lázaro. Un día, estando de viaje, su colega va y se muere. Así que, cuando Jesús llega al pueblo, su amigo lleva tres días enterrado. Entonces va Jesús, abre el sepulcro, le toma el pulso, le mira la respiración, le hace un masaje cardiaco, prueba un desfibrilador, llama a una ambulancia, lo llevan deprisa a un hospital, le ponen suero y... ¡El amigo resucita!
El otro dice:
-¡Pues no me lo creo!
-¡Caray! Pues mira que si te lo explico como sale en el libro...".
Otro de ateos: "El obispo llama a un cura de pueblo y le regaña:
-Que hagas misa con tejanos en lugar de con sotana..., ¡está bien! Que vayas con camisas hawaianas..., ¡pase! Que te recojas el cabello con una coleta..., ¡no diré nada! Que lleves un pendiente..., ¡lo soportaré! Lo del tatuaje en el brazo..., ¡me lo trago! Que lleves un piercing en el ombligo..., ¡cerraré los ojos! ¡Pero esto otro no lo pienso tolerar. No estoy dispuesto a que durante la Semana Santa te vayas de vacaciones y cuelgues un cartel en la parroquia que diga: 'Cerrado por defunción del hijo del jefe". ¡Eso sí que no lo acepto!".
Hablando de Semana Santa, hay este otro chiste sobre un padre y el hijo de siete años que salen del oficio de Viernes Santo. En el libro lo cuenta un cristiano, pero podría ser de un ateo.
"El hijo pregunta al padre.
-Papá, Jesús es bueno, ¿verdad?
-Sí, hijo, sí.
- Papá, Jesús es muy generoso con nosotros, ¿verdad?
-Por supuesto que sí, hijo.
-Pero, papá. ¿Jesús es bobo y desmemoriado, o qué?
-¿Pero por qué dices eso ahora, hijo?
-¡Hombre, esto de la cruz! ¡Ya lo habían crucificado el año pasado!". (...)
Pese a la proverbial seriedad de los clérigos, también en la Biblia hay humor. Ocurre, por ejemplo, cuando Dios anuncia a Abraham que su mujer Sara le va a dar un hijo. Sara escucha detrás de la puerta y se echa a reír. Ya ha cumplido los 90. Nace el niño y lo llamarán Isaac, en hebreo itzjak, del verbo tzjok, que quiere decir reír. Pero no busquen aquí chistes, tan frecuentes en la calle, sobre "más abajo de la región abdominal", por citar de nuevo a Erasmo.
Los hay, en cambio, políticos de guante blanco. Por ejemplo, una señora de muy buena fe que lee el periódico:
"-¡Este conflicto en Palestina! ¡Estos judíos y estos musulmanes...! ¿Por qué no solucionan sus cosas como buenos cristianos?".
En fin, un chiste de musulmanes:
"Un día el mulá Nasreddin salió de paseo con su asno, por el que sentía gran afecto. Tras pararse a descansar, se quedó dormido. Cuando despertó, vio que su asno había desaparecido, pero en lugar de buscarlo volvió a la ciudad gritando con euforia.
-Al-lâhu Akbar, Al-lâhu Akbar. ¡Alabado sea Dios, alabado sea Dios!
La gente se le acercó, extrañada.
-¿Qué te ocurre, Nasreddin? ¿Por qué estás tan contento?
-¡Porque mi asno se ha perdido!
-Pero, hombre... si tú aprecias mucho a tu asno. Deberías estar triste.
Y Naresddin contestó:
-No entendéis nada, ignorantes. Doy gracias a Dios porque mi asno se ha perdido mientras yo no estaba encima de él". (...)
Después de resucitados, ¿se nos permitirá beber y comer?
"Preguntan a un monje zen:
- Maestro, usted que es sabio, dígame, ¿qué hay después de la muerte?
- No lo sé, responde el sabio.
- Anda, creíamos que usted era un sabio.
- Sabio puede que sí, pero muerto no". (...)
El monje era un tipo prudente, no como los teólogos que "se pasan la vida encerrados entre libros intentando dar respuestas a preguntas que nadie se hace". La definición, del arzobispo anglicano William Temple, la recuerda el teólogo Juan José Tamayo. Él mismo ofrece en el libro una mejor. La escuchó a un argentino en un congreso sobre la Teología de la Liberación. "¿Sabes lo que es un filósofo? Es una persona que se pasa la vida encerrada en una habitación oscura intentando encontrar un gato negro con ojos negros. ¿Y un teólogo? Una persona que se pasa la vida encerrada en una habitación oscura intentando encontrar un gato negro con ojos negros donde no hay ningún gato".
José Luis Martín, editor del semanario satírico El Jueves, la idea de compartir en La divina sonrisa el humor hecho por diferentes religiones le pareció revolucionaria. Creció en un mundo "en el que sólo había una religión y las demás eran todas malísimas". Autor de la serie ¡Dios mío!, avala la teoría freudiana de que "hacemos humor sobre lo que nos atemoriza". Ha tenido varios juicios por injurias a lo católico.
En sus historietas, Dios es redondito, con las barbas blancas. Pero un día le puso unas medallas y se lo llevó a presidir "un desfile conmemorativo de la victoria, y en pequeñito, sobre Lucifer". El fiscal le acusó de "dibujar a alguien superior a Dios, puesto que alguien le ponía medallas". "Hostia, no se me había ocurrido nunca", musitó Martín, atónito. Casi lo encarcelan." (El País, Domingo, 20/12/2009, p. 12/3)
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