29/1/18

Se propone esterilizar a los desempleados para que no tengan hijos... en Inglaterra, y un ¡diputado!... cuando se entere Trump, que me quede como estoy...

"Un amigo me envía una nota periodística sobre las declaraciones de un diputado conservador del Reino Unido en las que propone esterilizar  a los desempleados para que dejen de cobrar ayudas por hijos. 

El tipo, un tal Ben Bradley, asegura que “Hay cientos de familias en el Reino Unido que ganan más de 60.000 libras en beneficios sin mover un dedo porque tienen tantos hijos (¡y para el resto de nosotros ese es un salario de más de 90.000 libras antes de impuestos!)”. Este simpático pimpollo tiene solamente 28 años.

 Parece algo horrible y desvergonzado. Pero hay precedentes espectaculares mucho más sonados. La nota enviada por mi amigo me recordó un artículo escrito para Sin Permiso hace casi 8 años al que voy a desempolvar un poco.

Situémonos en los años 30 del siglo pasado. Se discutía por entonces en EEUU la conveniencia del subsidio de desempleo. Se acabó implantando en el año 1935, bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, este subsidio. 

Hubo grandes debates, antes y después de promulgada la ley, entre políticos, economistas, intelectuales, periodistas y población en general. No ha pasado ni un siglo entero, pero se emitían declaraciones del siguiente tono sobre lo que supondría este subsidio:
 “La dominación definitiva del socialismo sobre la vida y la industria” (Asociación Nacional de Fabricantes); “Destruirá la iniciativa, desalentando el ahorro y ahogando la responsabilidad individual” (James L. Donnelly, de la Asociación de Fabricantes de Illinois); “En un momento u otro, traerá consigo, ineluctablemente, el final del capitalismo privado” (Charles Denby, Jr., de la Asociación Americana de Abogados).

Pero lo interesante viene ahora. Se trata de Thomas Nixon Carver, uno de mis favoritos carcamales históricos. Este fenómeno fue catedrático de política económica en la Universidad de Harvard entre 1902 y 1935. 

También ostentó el cargo de presidente de la acreditada American Economic Association (una vieja institución que ha sido presidida a lo largo de su historia por economistas tan prestigiosos como Kenneth Arrow, Amartya Sen, Wassily Leontief, James Tobin o John Kenneth Galbraith, entre otros).

 Thomas Nixon Carver vivió casi cien años (1865-1961) y, entre otras grandes proezas de su vida académica, debe mencionarse que formó parte del primer grupo de economistas que asesoró profesionalmente al Partido Republicano.

Thomas Nixon Carver defendió en numerosas ocasiones la siguiente propuesta para combatir el paro y la pobreza: la esterilización de los “palmariamente ineptos”. Con esta medida, al estilo del jovenzuelo Bradley, el economista de Harvard defendía que este grupo de “ineptos” no perpetuaría su estirpe.  

Por “palmariamente ineptos” Thomas Nixon Carver se refería a todas aquellas personas que no lograban alcanzar un ingreso anual de 1.800 dólares. En los años 30, ese criterio abarcaba aproximadamente al 50% de la población de los EEUU, es decir, a unos 60 millones de personas. 

 ¡Caramba! 60 millones. Y crearía muchos puestos de trabajo. ¿Cómo? Imaginemos los “puestos de trabajo” para los esterilizadores que representaría poner en práctica  esta impresionante castratio plebis.

Sea dicho al margen: habría extirpado buena parte del acervo génico de los EEUU.
Thomas Nixon Carver era partidario del ideario legado principalmente por Herbert Spencer (no por Charles Darwin) que, mucho después de su muerte, en 1903, fue conocido por “darwinismo social”. 

El darwinismo social sigue disfrutando de muchos seguidores hoy. Según esta concepción, los ricos, los opulentos, los bienhabientes, no debían albergar la menor mala conciencia por su existencia social materialmente privilegiada; era consecuencia de su propia excelencia natural. Cualquier intento de mitigar el sufrimiento de la población trabajadora y pobre (republicanamente, es odioso tener que recordarlo, pobre es quien no tiene la existencia material garantizada) tendría consecuencias nefastas para el conjunto de  la sociedad. 

El darwinismo social, en sus múltiples variantes, se ha mostrado extremadamente eficaz, habida cuenta de su persistente y dilatada influencia. 
Buscar la forma de culpar de su situación a los propios pobres, a los parados, a los despedidos, a los estafados, a los oprimidos: en tan extraordinario ejercicio intelectual se entretienen, hoy como ayer, mentes romas y mentes brillantes, la soldadesca mercenaria y los oficiales de varia graduación del ejército de peritos en legitimación de lo existente compuesto de tertulianos, gacetilleros, editorialistas de medios respetables y menos respetables, profesorcillos de medio pelo, renegados infatuados de serlo, conversos que, transportados por los vientos del momento, ignoran serlo, conversos que, amigos de los caprichos de Eolo, fingen sólo ignorar serlo, engreídos literati que saben las cosas a medias, politicastros corruptos que se las saben todas y, faltaría más, olímpicos señores catedráticos de Harvard o de donde haga falta. (...)"                  (Daniel Raventós, Sin Permiso, 21/01/18)

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