30/10/08

Chantaje del obispo de Lugo: La tierra o la misa

"La misa en la parroquia de Ribadulla está en venta. Su precio: un terreno propiedad de los vecinos desde hace 41 años. El campo da festa es la moneda de cambio que ha impuesto el Obispado de Lugo a los feligreses si quieren que el cura Carlos Goyanes Carballal siga sirviéndoles como pastor de la iglesia. Tras el "no" rotundo de los vecinos al chantaje de la Diócesis, los 162 habitantes de esta parroquia del ayuntamiento coruñés de Santiso se quedaron ayer sin su misa dominical.

"Estábamos avisados", ironizaban los lugareños. Tras la última Eucaristía, hace dos domingos, dos párrocos que ejercen su oficio en la zona les comunicaron el ultimátum del Obispado, se llevaron las ostias y apagaron la luz del sagrario. "Aquí ya no hay simbología cristiana, esto es un local social, pero no vamos a dejar que nos roben nada más", advierten los vecinos. Todos ellos personalizan el conflicto en el hombre que fue su sacerdote durante los últimos 32 años, con quien siempre mantuvieron, aseguran, una "muy buena relación".

Los terrenos que reclama la Iglesia son propiedad de los lugareños desde que en 1967 las aguas del embalse de Portodemouros anegaron el templo y el cementerio de la parroquia. La empresa hidroeléctrica Moncabril cedió la propiedad a los vecinos para restituir los daños que causó la construcción del pantano. De todo aquello, sólo queda el cruceiro de piedra que descansa unos metros más arriba del antiguo lugar de Ribadulla. Allí mismo lo acompaña un austero templo construido por los vecinos con ladrillos y madera, y una casa rectoral abandonada -porque el cura vive en Melide-, todo ello "propiedad de la Iglesia católica", como reza una certificación notarial datada en 2007. El mismo documento dice que el terreno que hay justo enfrente del templo es propiedad de la Asociación Vecinal de Ribadulla. El colectivo puso los 2.462 metros cuadrados de esa finca, el campo da festa, a nombre de las 29 familias que vivían en la parroquia.

"No vamos a renunciar a lo que es nuestro", afirma convencido Alfonso Mouriño, uno de los improvisados albañiles que, hace unos años, construyó por amor al arte las puertas de la iglesia. Y hay más. Benedicto García cuenta que, después de la inundación, también fueron los vecinos quienes llevaron las pocas piedras que se salvaron del antiguo templo al nuevo terreno. Duraron poco allí. "El cura anterior las vendió", dice con sorna mientras comparte risas con otros paisanos. Ayer, 40 de ellos se reunieron ante la iglesia a las diez de la mañana como cada domingo. Se habían enterado por los periódicos de que el Obispado de Lugo aseguraba, en un comunicado dirigido sólo a los medios de comunicación, que "la misa nunca dejaría de celebrarse por cuestiones simplemente monetarias".

"Por razones monetarias no, pero por razones inmobiliarias, ya ves...", denunciaban los lugareños quienes, sorprendidos e indignados, acusan al párroco de faltarles al respeto e intentar robarles. Aun así, no pierden el sentido del humor. "Somos herejes totales, nos tendremos que pasar a Bin Laden", bromeaban.

El Obispado de Lugo se escuda en el derecho canónico para explicar el litigio en Ribadulla. "Mientras la comunión entre el sacerdote y el pueblo siga rota, no se puede celebrar la Eucaristía", explicaba ayer un portavoz episcopal. La Diócesis "no pretende hacerse con la propiedad de ningún terreno que no sea suyo", añadía el comunicado, dando por sentado que el campo da festa le pertenece. "Que denuncien al juzgado, pero que no nos chantajeen", critican los vecinos, quienes aprovecharán el Magosto que celebrarán el próximo sábado para escoger a dos representantes que dialoguen con el Obispado.

Por ahora, Ribadulla sólo tendrá misa en caso de entierro. Mientras tanto, el cura Goyanes sigue en casa cumpliendo órdenes de la Diócesis: "Es el Obispado quien reclama los terrenos y quien me ordenó que no volviera a la iglesia de la parroquia". (El País, ed. Galicia, Galicia, 27/10/2008, p. 12)

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