31/12/19

Doctor Cabeza: "La Paz se llenó de putas y juerguistas los días antes de morir Franco"

"(...) P. Bien. Ahora queríamos preguntarle por noviembre del 75 y Franco.
R. Sí, claro.

Coge de ahí un par de copas y servíos un Oporto, por favor.

P. Usted ejerció como maestro de ceremonias en La Paz cuando murió Franco. Recibía a todas las visitas.

R. Sí. Recuerdo esos días perfectamente. Acababa de mudarme a esta casa, no tenía ni un mueble, y mi coche era un Dodge Dart 3700, rojo con el techo en negro, el que teníamos todos los flipaos de la época. ¿Sabes lo que significan las siglas Dodge?


P. No. ¿Son unas siglas?

R. Sí, significan "Demostración Ostentosa De Gilipollas Españoles" (ríe). Disfruté mucho con él, pero no por conducirlo, sino por joder a los envidiosos. No hay cosa que me guste más que joder a los envidiosos. Porque defectos yo tengo muchos, pero envidioso no soy y...

P. Lo de Franco...

R. Ah, sí. Pues me llamó a casa a las 15:30 un tal Fernández Pinacho, que era el director médico de La Paz. "¡Vente corriendo, Alfonso, que nos traen al Generalísimo y no encuentro a nadie más!". Salí echando leches para La Paz y recuerdo que, a la altura de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, me tuve que meter un tramo largo en dirección contraria. ¿Sabes que en la puerta de la Ciudad Deportiva, al lado de donde yo trabajaba, había una pintada que decía: "Cabeza, cabrón, morirás con Goma-2"?

P. Lo de Franco...

R. Pues nada, según llegué, apareció don Paco, sobre las 15:45. Iba en una camilla y recuerdo que estaba muy, muy moreno. Estaba escuálido, pesaría como 35 kilos. Y desde que entró a La Paz hasta que murió, no salió una palabra de su boca. Yo estuve ahí todo el tiempo: no habló nada, por mucho que algunos digan que sí.

Y tuvimos lío desde el primer momento, porque querían meterle por la puerta principal y no había forma de hacer pasar por las puertas giratorias una camilla. Luego el director general quería irse a buscar a su familia a Aranda de Duero, uno que hacía guardia tiró un armario al suelo de madrugada... un despelote.

A eso súmale que tenía de interlocutor a Carlos Arias Navarro, que me tenía una manía tremenda.

P. Siga.

R. Pues fue unos meses antes, en una cacería en la que coincidimos. Echamos una partida de mus antes de la montería y ganamos a Arias Navarro y su compañero, así que, de subidón por la victoria y las copas, le dije al compañero del presidente del Gobierno: "Don Tomás, tiene usted que comprar los fascículos que acabo de publicar: 'Cómo ganar al mus y tener una vida sexual sana'". No te puedes imaginar la cara que se le quedó a Arias Navarro, me dije, 'ahora sí que la has cagado, Cabeza'.

P. ¿No se volvieron a hablar?

R. Ni una palabra hasta que ingresaron a Franco. Ese día me llamó y me dijo: "Cabeza, este es mi teléfono. Cada dos horas quiero saber lo que pasa aquí". Y yo cada dos horas: “Don Carlos, está sangrando”. “Don Carlos, le han vuelto a meter”. “Don Carlos, le han intubado”. Y Don Paco no murió el día 20, murió el 19 de noviembre. Estaba yo de guardia. A las 21:45 veo que entran los ministros de Información y Turismo y Justicia, y pienso: ¡Qué cosa más rara!' Subo y me dicen los policías: “Cabeza, que se ha muerto, pero no digas nada". Necesitaban cinco o seis horas para prepararlo todo.

Los días anteriores, aquello fue un espectáculo.

P. ¿La gente iba al hospital a dejarse ver? 

R. Claro. Si estaba allí toda la prensa. Dieron permiso para abrir la cafetería por la noche. La gente acababa allí después de tomar copas por Madrid, para ver lo que pasaba en La Paz, estaban allí todas las putas de Madrid, y todos los periodistas. Un espectáculo. (...)"           (Entrevista al doctor Cabezas, Alfredo Pascual, El Confidencial, 02/12/19)

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