"El entorno independentista está desesperado, nervioso, intranquilo.
No duermen, no comen, no viven. Así lo han confirmado fuentes próximas
al gobierno de la Generalitat, la coalición Junts Pel Sí y las CUP.
Al
parecer, el origen de esta desesperación no está ni en el retraso en la
designación de fecha para el Referéndum, ni en el hecho innegable de que
la mitad de Cataluña no apoya la secesión o de que la otra mitad dé
claras muestras de agotamiento físico y mental, sólo sobrellevable a
base de ansiolíticos. No: la causa del nerviosismo es otra muy
diferente.
“Llevamos desde el 2012 tocándoles los huevos” -afirmó un
portavoz de la Generalitat- “Y nada. Nos hemos pasado las sentencias de su Tribunal Constitucional por el forro dels collons (“forro
de los cojones”); les hemos montado una consulta ilegal por la patilla;
hemos hecho una Ley de Desconexión que era secreta y que ahora la
conoce hasta el conserje del diario EL PAÍS; llamamos “corrupta” a
España cuando nosotros tenemos la casa más sucia que el palo de un
gallinero; vamos al Extranjero a poner a caer de un burro la democracia
española, aunque nadie salga a recibirnos…” “Y aún así” -suspira el
portavoz- “No hay manera de que los tanques del ejército español nos
invadan. ¡Vaya panda de nenazas!”
El entorno soberanista reconoce
que lo ha intentado todo: convertir en independentista a Karmele
Marchante, vestir los leones del Congreso con coquetonas camisetas de
algodón estampadas con la Estelada, convertir a un charneguito -más castellanoparlante que El Fary cantando por soleares
en la Feria de Abril- en diputado de Esquerra Republicana… Pero nada.
“Nos vendieron la moto de que los españoles seguían siendo los
descendientes del Gran Capitán, de los Conquistadores, del General
Moscardó… Pero son una birria”. “Nosotros” -continúan las mismas
fuentes- “queremos al español viril, de bigote cortito, con camisa azul,
botas, correajes y fusta, que se presente en la Plaza Sant Jaume, y
mientras se coge las pelotas con la mano derecha, con la otra señale la
bandera catalana del Palacio de la Generalitat y, dando un escupitajo,
diga: “¡Queda declarao el estao de escepción. ¡Y Me quiten el puto trapo ese pero ya, cagüentó!”
Los
independentistas razonan así su amor desesperado por el macho
hispánico: “Si no nos invaden con tanquetas unos tipos con bigote y
gafitas negras… ¿Cómo collons vamos a poder hacernos los
víctimas?” “Es que si no es así” -explica- “no cuela: somos una región
con pasta y hacemos lo que nos sale de los bemoles. ¿Entonces, cómo
vendemos que nos oprimen? Que nos invadan ya, joder. ¿Pero no eran los españoles bárbaros y salvajes?”.
Sin
embargo, y para desesperación de los soberanistas, el bando contrario
sólo responde con descafeinadas sentencias de inhabilitación, con
declaraciones genéricas de intenciones, con humo, con ná. “¡Pero, Rajoy, dime ya lo que me vas a haser, corasón!”,
dicen que llora todas las noches el presidente Puigdemont, enfundado en
un blanco camisón de lino, desde la ventana de sus aposentos del
Palacio de la Generalitat. “He sido mala, castígame. ¡Pero castígame ya, jodío, que no soporto esta espera! ¡Me tienes loca!”.
La frustración del president ha llegado a tal límite que, según fuentes fidedignas, ha llegado a autolesionarse con un ejemplar king size de
la Constitución, para luego acusar a la Brigada Brunete de sus heridas y
desencadenar así una unánime reacción de condena nacional e
internacional. “Si la Moreneta no va a la montaña, la montaña tendrá que ir a la Moreneta”, aseguran desde la Generalitat. Pero la Constitución no estaba lo suficientemente afilada, y las heridas fueron superficiales. “Así no hay manera. ¡Estoy rodeado de incompetentes!”, dicen que gritó Puigdemont, al borde de un ataque de nervios." (Charnego news, 03/06/17)
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