"(...) Mariano Rajoy habría necesitado ayer lo menos doce guardaespaldas
para preservar su dignidad en una entrevista radiofónica: media docena
para apartarle del micrófono y otra media para reducir a patadas a
Carlos Alsina.
Al locutor se le ocurrió la temeridad de responder al
presidente recordándole unas líneas de la Constitución, en concreto el
punto 2 del artículo 11, que asegura que ningún español de nacimiento
podrá ser privado de su nacionalidad, a menos que él renuncie a ella.
“¿Y la europea?” preguntó Mariano después de una pausa aterradora,
arrugando la cara de tal modo que parecía que buscara en la mesa el
botón del comodín del público.
“La europea la tienen porque tienen la
nacionalidad española”. Con una sola pregunta, todo un señor presidente
se hizo un marmitako de nacionalidades, países y continentes. Y de
repente millones de españoles comprendimos que Onda Cero se llama así
por algo.
También comprendimos, una vez más, que don Mariano no iba a
defraudarnos. Poco antes había soltado una de esas sentencias suyas que
hay que frotarse las orejas para creérselas: “Cataluña tiene una
historia que no la tienen otros. Y otros tienen una que no tiene
Cataluña”.
Parece una frase descartada de los diálogos de Forrest Gump
por inverosímil. Claro que la culpa no es suya sino del jefe de campaña
que ha decidido sacarlo a pasear y también del aparato de seguridad
presidencial, que dejó al presidente solo y desarmado frente a un
periodista. Alguien debería haberle dicho que no todos los locutores de
radio son Carlos Herrera. Habría sufrido menos daños disfrazándolo de
toro y dejándolo correr en Tordesillas.
Probablemente alguien le advirtiera del peligro de los micrófonos,
pero Mariano no hizo caso y allá que fue, derechito otra vez a los
hilillos, los inversobres, viva el vino, no entiendo mi letra, ETA es
una gran nación y la segunda ya tal. Por algo, tras el barcenazo, lo
mantuvieron en cuarentena, aislado de cualquier contacto con la prensa, y
las declaraciones posteriores se emitieron a través de una pantalla de
plasma, seguramente en diferido y en forma de simulación. Porque en
directo pasa lo que pasa.
Lo terrible no es que Mariano haya batido su propia marca de hacer el
ridículo, que ya era difícil. Lo terrible es la cantidad de asesores,
abogados y especialistas que habían insistido una y otra vez en el
escenario de los catalanes exiliados de la Unión Europea, de la ONU y
hasta del planeta Tierra, y no habían previsto ese pequeño detalle de la
Constitución.
En ese segundo de estupor (“¿Y la europea?”), de infinito
ridículo e infinito bochorno, caben los cuatro años de desgracia que
llevamos padeciendo: el señor presidente de un país que le pregunta a un
locutor por la nacionalidad europea, como si existiera tal cosa. (...)" (David Torres, Público, 23/09/2015)
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