13/1/20

Realmente, atreverse a arriar la bandera española durante nada menos que ocho minutos, está al alcance sólo de gente que desprecia el peligro, de héroes dispuestos a dejarse la vida en el camino a la independencia

"Si no lo tengo mal entendido, los mismos que a los ocho minutos de arriar la bandera española del Palau de la Generalitat, la volvieron a izar, asustados de su propia osadía, son los mismos que hace tres años que nos repiten que la República catalana llegará a toda costa, por la fuerza, porque no hay en el mundo pueblo tan dispuesto al sacrificio como el catalán (ni tan oprimido, dicho sea de paso). 

Y realmente, atreverse a arriar la bandera española durante nada menos que ocho minutos, está al alcance sólo de gente que desprecia el peligro, de héroes dispuestos a dejarse la vida en el camino a la independencia. Imagino que los ocho minutos se debían hacer eternos y que los autores materiales de la patriótica acción estaban sudando, con las pulsaciones desbocadas, mientras el cronómetro parecía no llegar nunca a la frontera de los 480 segundos. 

Cuando por fin pudieron volver colgar la bandera -qué descanso-, todo fueron abrazos y chocar de manos: habían conseguido el objetivo! El mundo ya sabía que nadie puede detener el pueblo catalán! Cuánta dignidad, etcétera!

 En estos momentos todavía se desconoce quién fue el autor de acto tan temerario. Presidentorra dice que fue alguien que pasaba por allí. Si tal afirmación es cierta, significa que el Palau de la Generalitat es can Mea y todo el mundo puede entrar a cualquier hora a hacer lo que quiera. Si es falsa, significa que Presidentorra es un cobarde, incapaz de admitir su responsabilidad. 

Naturalmente, una posibilidad no invalida la otra, y de hecho, vistos los antecedentes de los últimos meses en Cataluña, es más que probable que los catalanes estemos gobernados por un cobarde que tiene despacho en casa Pixa, aunque no por mucho tiempo más .

 La heroicidad de la bandera, que constará en los libros de texto de las escuelas catalanas a partir del próximo curso, explica que el público del plató de TV3 recibiera el pasado sábado a Presidentorra pie y con una ovación. El aplauso lo recibía por delegación, ya que iba dirigido en realidad a los guerreros que, desafiando el orden mundial, descolgaron un rato una bandera.

 Pero además, a Presidentorra se le aplaudía porque a los catalanes nada nos gusta más que alguien capaz de tirar la piedra y esconder la mano, sobre todo si no es por astucia sino por simple cobardía. Va con nuestro carácter."                     (Albert Soler, Diari de Girona, 05/01/20)

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