15/5/15

Carta de Rajoy a los españoles: me caéis mal, sois lo peor...

Floriano atosigando a un niño, y Rajoy, escapando de él

"Manuscrito encontrado en una tintorería de Pontevedra.

Españoles, os lo voy a decir sin tapujos: me caéis mal. Sois unos jetas, unos aprovechados, chupópteros, parásitos y gorrones. Vais a lo que vais. Sois lo peor.

Hace algunos años escribí dos artículos de divulgación científica. Ya iniciaba entonces su expansión mi mente renacentista. Entonces, comenté dos libros que consideraba imprescindibles: “La desigualdad humana” y “La envidia igualitaria”. La tesis principal, así para resumir, era que la desigualdad es cojonuda y la igualdad, una mierda. O, en mis propias palabras: “la igualdad genera despotismo y la desigualdad es fruto de la libertad”. 

Ahí, con dos pelotas. En mi artículo seguía los estudios biológicos de un notario de Monforte de Lemos, autor del libro “Perfil humano de Franco” y algo nacionalsocialista según Wikipedia, y defendía la tesis según la cual “los hijos de buena estirpe superaban a los demás”. Para demostrar que tal afirmación estaba demostrada científicamente cité unas cuantas paridas acerca de Mendel y los cromosomas. Tanto me excité que hasta utilicé, por primera y única vez en mi vida, la palabra “espermatozoide”.

A ver, seamos honestos, lo que quería era justificar que siempre enchufásemos a nuestros familiares, no te jiba. Pero estaba equivocado. Entono el mea culpa. En fin, nos ponían aquellas películas de la Segunda Guerra Mundial en Sesión de Tarde y todos queríamos ser nazis. Por entonces yo no conocía a Richard Dawkins –y ahora tampoco– y me informaba, pues, donde podía. 

 De ahí saqué todas aquellas burradas: que si la naturaleza es jerárquica, que si las condiciones ambientales se heredan, que si la predisposición a los negocios es genética. Y eso por no hablar de aquellas frases que bien podría haber firmado el Doctor Mengele tales como “la desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético” y otras que mejor olvidemos. La verdad es que me cubrí de gloria con toda aquella sarta de sandeces. Y lo peor es que algunas aún las sigo creyendo hoy.

Fue ahí cuando empecé a ser de lectura diaria del Marca y el As. Pero no por burrez, como el resto de curritos. No: por ideología. Siguiendo las teorías del Notario autor de aquel libro que me iluminaba, discurrí que “las Olimpiadas (…) el afán por batir marcas, récords (…) constituye demostración matemática de que el hombre (…) aspira a más (…) lucha por desigualarse”. Sí, españoles, mi comprensión de la teoría de la evolución consistía en que los individuos de cada especie luchan denodadamente por hacerse distintos entre sí. De ahí la biodiversidad.

Voy a explicarlo con un ejemplo sencillo para las mentes abstrusas que me leen: en el principio había una única raza de pájaros, pongamos, el murciélago. Pero entonces todos empezaron a luchar por diferenciarse y de ahí salieron los demás pájaros. De los que más querían estirar las alas surgían los pterodáctilos, de los que más abrían la boca, los pelícanos. Luego vinieron los insectos voladores, y así, hasta el infinito.

 Si los murciélagos hubiesen sido unos igualitaristas acomodaticios, no habría habido evolución y ahora a ver cómo nos comíamos un pollo frito. ¿Y dónde se reflejaba todo esto? En la Biblia de las gestas deportivas, el Vademécum de los intentos por la superación humana y la desigualización: El Marca.

Pero todo eran burradas. Ahora lo veo. Y tengo que reconocer, además, con cierta tristeza, que nuestros hijos y nosotros mismos, los de buena estirpe, somos tan lerdos como cualquiera. Por eso corregimos esa ideología nuestra, quizá un tanto clasista, y abrimos la mano. Gobernamos en 3.600 pueblos y ciudades. ¿Creen que esas decenas de miles de alcaldes y concejales y sus familias son de “buena estirpe”? Evidentemente no. 

Ahí hay mucha plebe. ¿Y los trabajadores públicos que hemos metido a dedo? ¿Son todos hijos de aristócratas? Ni hablar. Los empresarios y comerciantes a los que favorecemos, ¿no tienen acaso trabajadores? Hay pueblos en Ourense donde nos vota el 80% del censo. ¡Solo faltaba! Dimos curro a todos. ¿Son de buena estirpe en esas aldeas? Ya me extrañaría. Pero a todos les pusimos sus miserables trabajos aquí y allá: brigadas de incendios, peones de la diputación, trabajos en la escuela taller, desbroce de montes. Curro para todos.

Vale, son una porquería, pero a ver a qué iban a aspirar en esos sitios. Además, si no son trabajos precarios, dime tú cómo los íbamos a chantajear. Y, qué leches, que no todo el mundo puede estar en los consejos de administración de los bancos. La secretaria de Esperanza Aguirre, junto a otro montón de incapaces, dirigía los destinos del tercer banco del país. ¿Qué mayor prueba de democratización? Es el sueño americano cumplido.

 Hasta el más mendrugo puede sacar tajada del Estado. Hemos metido a cientos de miles, millones, a chupar del bote sin exigir nada. ¡Pero si cuando un tío nos decía que los Tres Tenores son la banda rival de los Soprano lo hacíamos director del Conservatorio! No hay ni un solo puesto de trabajo que dependa de esos 3600 pueblos y ciudades en el que no hayamos colocado a un tipo que, de no ser por nosotros, jamás podría colocarse de otra manera. Cientos de miles de familias que suman millones de personas. 

¿Y esa otra gente a la que sobornamos? ¿Y a los que tenemos amenazados? Nuestros altos cargos, nuestros corruptos, ¿Cuántos son? Los matemáticos del partido lo han calculado. Sí, toda esa gente suma el 25,6% del censo electoral. ¡Exactamente los mismos que dicen que nos votarán en la encuesta del CIS!

¿Qué tengo que pensar del resto de los españoles? Pues que sois unos resentidos, envidiosos. Así de claro os lo digo. ¿Qué pasa? ¿Que nadie vota por ideología ya? ¿Que tenemos que corromperos a todos? 

Encima tengo que leer las chorradas de los analistas rojillos que vienen a decir que los españoles son un rebaño de imbéciles por seguirnos votando a pesar de lo que robamos, preguntándose qué más tenemos que hacer para que nos dejen de votar. ¡Ja! Como si nuestros votantes no estuviesen también metiendo la mano aquí o allá. Como si fueran unos angelitos. ¿Imbéciles? De imbéciles nada. 

Lo que son, es unos vivillos, unos interesados y unos codiciosos. En cuanto no los untas, no te votan. Desagradecidos, si todavía les parecerá poco que haya millones chupando del bote. ¿Qué otro partido reparte tanto entre sus súbditos? Nadie podrá decir nunca que hemos echado ni a los perros ni a las hormigas que se acercaban a comer las migajas bajo la mesa.

 Son bienvenidos, incluso les cae alguna caricia de vez en cuando. Ahí están, alimentándose, diferenciándose, luchando por los mendrugos y, en su desigualación, creando las nuevas especies subhomínidas del mañana.

En aquel artículo del pasado, “La envidia igualitaria”, yo advertía de amenazas que hoy, tristemente, se han cumplido. Nuestra sociedad ha rebajado a los que son superiores. Ya no se respeta a los mejores por cuna. Aquí todo se compra o se vende. 

Ya no hay ni un solo ser humano que nos vote si no es porque lo sobornamos o lo amenazamos. Miro al futuro, al que imaginaron aquel notario y otros tantos nacionalsocialistas como él, y pienso: ¿En qué nos hemos equivocado? ¿Por qué nos hemos esforzado tanto para esta gentuza?"       (Jorge Armesto  , Diagonal, 14/05/15)

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