"Mis queridos pardillos,
Os pido perdón por haber estado
vacilándoos durante los veintitrés años que goberné Catalunya mas los
once que han pasado desde entonces.
Sí, no pude evitarlo, lo
siento. Metí la mano. La condición humana es débil, una cosa lleva a la
otra y cuando te das cuenta, te ves dentro de tal follón que decides
huir hacia adelante confiando en poder borrar los rastros, que el tiempo
lo tape todo y en ese chollo estupendo que es que los delitos tengan
fecha de caducidad y acaben prescribiendo. (...)
Lo mío tiene su explicación, os lo prometo. Yo soy de natural
inseguro y, con siete hijos nada menos, siempre le tuve mucho miedo al
futuro. Mi padre, que me había enseñado a ganar dinero -me compró la
banca Dorca de Olot, génesis de Banca Catalana- ya me avisó: Jordi, no
te metas en política, que eso es pan para hoy y hambre para mañana, y lo
principal es sacar a tus hijos adelante…
Entre los argumentos de
mi padre y lo a huevo que me lo ponían cuando llegué al poder, pues… ya
sabéis, la carne es débil y uno no es de piedra. Pero yo no lo busqué,
os lo prometo. Las cosas me iban viniendo. Desde 1993 y durante siete
años me tocó protagonizar un papel importante en la política española
ayudando al partido más votado a contar con mayoría suficiente para
gobernar.
Primero fue con Felipe González, con quien unos años antes
estuve mosqueado porque quiso buscarme las cosquillas por mi gestión en
Banca Catalana; y luego con el bueno de José María Aznar, que hasta
hacía el hombre sus esfuerzos para hablar catalán, aunque fuera en la
intimidad.
Total, que con tanto lío iba pasando el tiempo y nunca
encontraba el momento para poner las cosas en orden. Que yo era un
chorizo era algo que sin duda sabían tanto en el PSOE como en el PP,
pero como les convenía llevarse bien conmigo y con mi partido,
decidieron aplicar mentalidad práctica y hacer la vista gorda.
Miquel
Roca, ese desagradecido, lo sabe bien, porque cuando partimos peras fue a
chivarse a Carlos Solchaga de mis andanzas, pero menos mal que el
entonces ministro de Economía y Hacienda no le hizo ni puto caso.
Hasta
que el menor de mis hijos cumplió la mayoría de edad, mis cuentas en el
extranjero -esas que siempre negué tener- las llevó una persona de la
absoluta confianza de mi padre y mía. El nombre de esa persona me vais a
permitir que no os lo diga. Me entendéis, ¿verdad?
Y en cuanto a la
pasta “distraída”, de la cantidad exacta tampoco voy a hablar, pero lo
que sí os aseguro es que estoy muy arrepentido. Me da tanta pena que
hasta Vázquez Montalbán confiara en mí en su día y que, allá donde esté,
descubra ahora que lo engañé. ¡Ay!, aquel emotivo artículo en que el
añorado Manolo afirmaba que yo podía ser feo y mal banquero pero que
ladrón, eso nunca ¡El pobre!
Lo siento mucho, de verdad, queridos
ingenuos. Estoy que no vivo por haberos metido en este marrón, sobre
todo a mis queridos conciudadanos catalanes, justo cuando falta mes y
medio para la Diada, poco más de tres para el referéndum y menos de una
semana para que mi fiel Artur vaya a la Moncloa a hablar con Rajoy de
nuestros problemas.
Puede que no tenga perdón, pero entre que el
mes pasado cumplí 84 años y que he visto que al final podía acabar
pillándome el toro, pues he decidido arrepentirme públicamente. Como
cristiano experimento un verdadero alivio reconociendo que he sido un
evasor fiscal, un caradura, y que os he estado mintiendo a todos todo el
tiempo.
Me quito un verdadero peso de encima escribiendo estas líneas.
Peso moral, me refiero, porque en cuanto a lo que pesa el dinero
trincado, de eso, y si no hay más remedio, casi prefiero que hable mi
familia.
Confiando en vuestra comprensión, vuestro sentido de la
tolerancia y esa capacidad de aguante que lleváis demostrada ante tanto
político corrupto como ha desfilado por los juzgados españoles durante
los últimos años, os quedo eternamente agradecido por hacer lo mismo
conmigo. Que esta declaración sea reparadora del mal en lo que sea
posible y de expiación para mí mismo.
Siempre vuestro
Jordi Pujol i Soley
P.D.
Ya sé que estos días me va a caer la del pulpo, además de perder, por
mi mala cabeza, honores, prebendas y distinciones de todo tipo
acumuladas durante mi carrera, pero… ¡ejem!, una última cosita: teniendo
en cuenta que ya he cumplido 84 años ¿sería mucho pedir que no me
quitarais la pensión vitalicia de 115.224 euros que cobro al año como ex
presidente?
Gracias" (Paráfrasis bufa de la carta de Jordi Pujol, de Juan Tortosa en Público, en Caffe Reggio, 28/07/2014)
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