29/9/21

Quienes defienden que, por increíble que parezca, lo que hacía la Rahola no era mugir y triscar, sino cantar y bailar, explican que era una manera de presionar la justicia italiana para que liberara a el Vivales (Puigdemont)... Como medida de presión, no hay duda de que es efectiva. La sola posibilidad de que la Rahola repitiera la berrea, esta vez en las calles de Italia, fue suficiente para que lo pusieran en libertad. Y habrían dejado libre al mismo Totó Riina

 "Gracias a Pilar Rahola, recordé que a finales de septiembre es tiempo de berrea. Los ciervos entran en celo y emiten un sonido muy parecido al que salía de los pulmones de la otrora periodista, hoy naturalista experta a imitar brogits de nuestra fauna, frente al consulado italiano de Barcelona. 

Para dotar de mayor veracidad su excepcional semejanza del macho en celo, incluso iba saltando mientras emitía los mugidos. 

- Hay que ver la sorprendente similitud con un ciervo en celo- pensé para mí, ya que una cosa no quita la otra y de justicia es reconocer que todas sus carencias como escritora se vuelven virtudes en la berrea.

 Si hubiera coronado la testa de Rahola una cornamenta de doce puntas, habría corrido grave peligro de ser cazada y exhibida como trofeo, tal era su analogía fonética y gestual con tan bello animal. Hay quien sostiene -sin duda para quitarle mérito a su exhibición naturalista, que aquí hay mucha envidia- que lo que hacía en realidad la Rahola era cantar Bella ciao, de ahí que estuviera en todo momento acompañada de un tipo con una guitarra que parecía sacado de un centro excursionista de los años sesenta, no le faltaba ni barba entrecano ni mirada de chiflado. 

A mí me cuesta imaginar la Rahola cantar aquello de «y la gente, cuando pase, me dirán 'qué bella flor!'», Sin que le venga la risa a ella y al público, pero en fin, doctores tiene la iglesia. Al parecer, Bella ciao es una canción que cantan todos los revolucionarios del mundo que tienen casa en Cadaqués e hijos en colegios privados de lujo. 

Suelen entonarla tras alguna mariscada, cuando los cafés dejan paso a los licores de cien euros la botella, justo antes de cantar La Internacional. Quienes defienden que, por increíble que parezca, lo que hacía la Rahola no era mugir y triscar, sino cantar y bailar, explican que era una manera de presionar la justicia italiana para que liberara el Vivales, otro revolucionario de los de guitarra en bandolera y bolsillo rellena. Como medida de presión, no hay duda de que es efectiva. La sola posibilidad de que la Rahola repitiera la berrea, esta vez en las calles de Italia, fue suficiente para que pusieran en libertad al Vivales. Y habrían dejado libre al mismo Totó Riina."                 (Albert Soler, Diari de Girona, 28/09/21; traducción google)

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