Mariano Rajoy sale del restaurante madrileño en el que ha estado toda la tarde de este jueves
- Algo habrá abierto...
- No, Mariano, ya pá casa.
- No, Mariano, ya pá casa.
A Rafael Hernando todavía no lo han podido sacar del bar desde ayer.
-Mariano, llevamos aquí siete horas, estamos cansados, deberíamos irnos a casa...
-Tonterías, si lo estamos pasando genial...¡Camarero, otra ronda!
-Sé que es duro, pero cuanto antes lo asumas mej...
-TE HE DICHO QUE LO ESTAMOS PASANDO GENIAL, ASÍ QUE BEBE pic.twitter.com/GaWLJAOrXw
-Tonterías, si lo estamos pasando genial...¡Camarero, otra ronda!
-Sé que es duro, pero cuanto antes lo asumas mej...
-TE HE DICHO QUE LO ESTAMOS PASANDO GENIAL, ASÍ QUE BEBE pic.twitter.com/GaWLJAOrXw
-¿Dónde está mi coche?
-No se preocupe, señor Rajoy, le hemos pedido un taxi, venga por aquí...
-Que insinúa ¿qué no puedo conducir mi coche porque voy borracho? Porque he conducido este país siete años, SIETE AÑOS...
-Ya, pero...
-¡Suéltame, ruiz! pic.twitter.com/90zf5QHcbW
-No se preocupe, señor Rajoy, le hemos pedido un taxi, venga por aquí...
-Que insinúa ¿qué no puedo conducir mi coche porque voy borracho? Porque he conducido este país siete años, SIETE AÑOS...
-Ya, pero...
-¡Suéltame, ruiz! pic.twitter.com/90zf5QHcbW
- Moción de censura?
- Sí.
- Muy bien, pase por esa puerta y alinéese a la derecha, una moción por persona.
- Sí.
- Muy bien, pase por esa puerta y alinéese a la derecha, una moción por persona.
"La gente pasaba anoche delante del restaurante Arahy, al lado de la Puerta de Alcalá, y preguntaba qué pasaba, con tantos periodistas esperando.
Que dentro está Rajoy, le decían. "¿Pero no estaba en el Congreso?", se extrañaba una señora. Cuánta ingenuidad ciudadana, es reconfortante.
Aún
 no se había enterado de que en el Congreso no estaba desde las dos de 
la tarde, se fue como cabreado, de mala manera, y que nadie tenía ni 
idea de dónde había ido a parar mientras se desarrollaba su propia moción de censura.
 Que al final se siguió celebrando en rebeldía y contumacia, sin la 
comparecencia del presidente del Gobierno.
Los que subían al estrado le 
hablaban al bolso de Soraya Sáenz de Santamaría,
 que estaba colocado allí y hay quienes aseguran que en ese trance el 
accesorio pudo llegar a desarrollar un sentido de Estado más o menos 
equivalente. La Sexta localizó dónde había ido a comer Rajoy y se puso 
el cronómetro: pasó unas ocho horas en el restaurante. Comida y una 
larguísima sobremesa. Café, copa y puro con amigotes ministros pasando 
del rollo del Congreso de los Diputados.
El restaurante tiene aire de fusión oriental y la carta, muchas opciones para pasar la 
tarde. Menú degustación de 60 euros. Pez mantequilla trufado. Croquetas 
cremosas de boletus. Exquisiteces para pasar el mal rato o, simplemente,
 para pasar el rato, porque sí.
Variedades de atún rojo, cebiche, sashimi, tataki y vaca rubia gallega. ¿Postres? Tal vez Rajoy encargaba un mango y maracuyá con jengibre y fresas, o engullía un coulant de chocolate, mientras en el Congreso intervenía el portavoz del PNV, Aitor Esteban,
 y anunciaba al bolso que apoyaba la moción de censura.
Allí solo 
estaban para escucharle Soraya Sáenz de Santamaría y seis ministros 
ajenos a la comilona, que comieron una cosa rápida por el Congreso y se 
mantuvieron en sus escaños. Es de suponer que le mandaron un mensaje, 
Rajoy lo comentaría con los comensales. Quién sabe si deprimido, o 
eufórico, o discutiendo sobre la dimisión, pero la de Zidane.
Cuando  se corrió la voz, al final de la tarde, se fueron amontonando 
periodistas y curiosos en la puerta del restaurante, mientras los 
servicios de seguridad pensaban cómo sacar de allí al presidente sin que
 pareciera demasiado surrealista y, lo peor, que pareciera normal, Rajoy
 saliendo de cenar como un día cualquiera. Si no hubiera sido 
comida-merienda-cena, ni el día que era.
Es de desear que aunque no 
avisara a sus señorías ni a los españoles, al menos lo dijera en casa. 
Se veía a los escoltas ir y venir por el portal de al lado, que debía de
 comunicarse con el local. Pero los vecinos tranquilizaban a la prensa: 
"No hay puerta de atrás".
 Al final Rajoy tuvo que salir por la puerta 
principal, si no del Congreso o la Moncloa, al menos del restaurante. 
Antes de irse le dio un abrazo al chef, a lo mejor por haberle hecho 
olvidar que tenía que ir a un pleno, y encima el del día que le echaban.
 Puso una sonrisa de circunstancias mientras sus guardaespaldas le 
dirigían hacia el coche.
Quizá pensó con sorpresa que mira, ya se había 
hecho de noche. Parecía sobrepasado por la gente y los flashes, a deshoras. Pocas veces la realidad paralela del PP ha tenido una representación tan flagrante, o in fraganti. Su Gobierno hundiéndose, España pendiente del Congreso
 y Rajoy fumando puros en un reservado.
Entretanto, a hurtadillas, 
salían por el portal a espaldas de la prensa Dolores de Cospedal, Íñigo 
de la Serna y Fátima Báñez, que tampoco aparecieron por la tarde por el 
hemiciclo. Arahy al final resultó ser muy apropiado, porque por lo 
visto, significa "cambio" en indio americano."             (Íñigo Domínguez, El País, 01/06/18)

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