"(...) Puigdemont desde su arresto alemán acaba de nombrar como sucesor a Torra, y no es difícil ver una continuidad, en el disparate victimista, entre aquellos días en que el Astut Mas comparaba a los catalanes con el genocidio de los armenios a manos de los turcos, y el discurso de Torra, que califica lo que sucede en Cataluña como una "crisis humanitaria".
O sea, algo así como los naufragios de las pateras cargadas de
emigrantes en el Mediterráneo, las matanzas de los narcos en México, los
rohingyas en Myanmar, etcétera.
"Nom de Dieu, quel culot".
Hay en la necedad de Torra una torcida, una deliciosa, una gran belleza.
Hay una relación directa y misteriosa entre la declaración en cuatro
idiomas ("hemos ganado, hem guanyat, we have won, nous avons gagné") de
Artur Mas en 2015 y la entronización, ayer, de un virrey (nombrado a
dedo, como su antecesor y el anterior a éste) al que se le ha prohibido
terminantemente pisar el despacho del padrino.
Ese despacho, espacioso y vacío, que aguarda en vano a su penúltimo
usuario, ese escritorio, esa silla, esos silloncitos para las visitas,
ese Tàpies en la pared, esa alfombra, ese aire callado, ese polvo
suspendido en la atmósfera funeraria, como signos de la penúltima
apoteosis de la derrota...
...despachito que Torra visitará de noche, a escondidas, meditabundo, tratando de decidir si se atreve o no se atreve a sentarse en la silla de su augusto padrino ausente." (Ignacio Vidal-Folch, Crónica Global, 15/05/18)
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