"Aprovecharé este tiempo para relajarme en Cancún”. Estas han sido
las primeras palabras del expresidente de la Generalitat, Artur Mas, al
conocer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña
(TSJC) que le inhabilita por un periodo de dos años.
La sentencia
considera a Mas “autor material del delito de desobediencia” por
celebrar el referéndum independentista del 9 de noviembre de 2014
(aunque también aceptamos “proceso participativo” como animal
doméstico).
Por su parte, Joana Ortega e Irene Rigau son condenadas a un
año y nueve meses y un año y seis meses, respectivamente, por
“cooperadoras necesarias” del mismo delito. Ortega ya ha manifestado que
se retirará a sus viñedos del Ampurdán y Rigau piensa en escribir un
libro. “No sé si titularlo Cómo ciscarse en el Constitucional sin que se te arrugue la falda pantalón”, confesó.
Tras conocer la sentencia, el trío de acusados acudió, junto a
empresarios, periodistas, intelectuales de guardia y otros personajes, a
celebrar el fallo en un conocido restaurante barcelonés de cinco
estrellas. “Retiro lo que dije de la Justicia Española: es fantástica”,
declaró eufórico Mas.
“Si robas una gallina, te meten seis años de
cárcel. Si pones el país patas arriba y te cagas en el Constitucional,
te clavan sólo la puntita”. Tras la opípara comida, la comitiva incluso
brindó con cava extremeño: “Hoy estamos tan contentos que no vamos a
decir que nos roban. Hoy consumiremos los productos de su tierra. Un día
es un día”.
Pero la anécdota de la jornada la protagonizaron los propios
miembros del tribunal -Jesús Barrientos, Carlos Ramos y Eduardo
Rodríguez- quienes, nada más dictar sentencia, salieron por una puerta
trasera para esperar a los acusados en las escalinatas del Palacio de
Justicia. “Queríamos unos autógrafos. Tener la firma de Mas es lo más”
-confesó Barrientos-.
Los tres magistrados, armados con carpetas
forradas con la foto del expresidente catalán, esperaron pacientemente
en fila india a que éste les concediera el favor de estampar su firma
aunque fuera en un folio de un auto procesal. “Lo que voy a fardar va a
ser inenarrable. ¿Y ahora, quién me va a toser? ¡Ni los jueces del
Supremo!”, lloraba de emoción Eduardo Rodríguez.
Por su parte, Carlos Ramos siempre lo tuvo claro: “Yo le guiñaba el ojo a Mas, como diciéndole: Tranquil, Artur, tranquil. Que esto está arreglao. Y
yo creo que todos hemos conseguido lo que queríamos. Yo, por lo menos,
sí lo he conseguido: Esto es un hito en mi carrera. A partir de ahora
los compis de Promoción me van a mirar con respeto reverencial. Ya he
mandado a la tintorería a que me laven y planchen la toga, para que
reluzca como un sol”.
Pero lo más curioso fue la reacción del PDEcat (antigua
Convergència), cuya dirección definió a Artur Mas como “Mártir Inmortal
de la Nación Catalana” pero a la vez, en los corrillos, dijo sentirse
“aliviada”: “Teníamos que quitárnoslo de encima. Menudo mojón, vinculado
al 3%. Un lastre, así no hay quien pueda hacerse un lavado de cara.
Pero, en fin, él se va a Cancún dos añitos, tomando mojitos en la playa,
y nosotros, a lo nuestro, a seguir intentando vivir del momio. ¿Quién
dijo que España era mala?” (Charnego news, 14/03/17)
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