"Al final,
gracias al coronavirus, ricos y famosos han encontrado la excusa para
despertarnos la envidia con sus casas. Ya nos las podían enseñar antes,
las casas de los famosos son todo un género televisivo, pero una cosa es
dejar que entren las cámaras en casa y otra mucho más placentero es
pasarnos por la cara que un confinamiento es nuestro, de pobres
desgraciados, y el otro el de ellos.
Salen
por televisión haciendo ejercicios en su jardín mientras nos dicen que
el aire libre es esencial, o en su gimnasio, oa su piscina interior, o
risueños poniendo de moda un challenger en una habitación que
seguramente está destinada sólo a practicar challengers en tiempo de
confinamiento. ¡Con qué alegría nos recomiendan que no dejamos de hacer
deporte y que aprovechamos estos días para disfrutar de la familia!
¡Como disfrutan, dejándonos claro que están por encima nuestro!
Nosotros, la gente normal, lo miramos y sólo deseamos que les entre el
coronavirus, a ver si así dejan de tocar la haba por TV, que ver la TV
es el único ejercicio que nos podemos permitir en nuestro piso de 70
metros cuadrados, sin jardín, sin piscina, sin balcón y con tres niños
que no dejan de fastidiar, como para disfrutar de ellos estamos.
Yo
mismo, si se me ocurriera hacer deporte, me abriría la cabeza contra
una mesa, un armario o la taza del inodoro, dependiendo de qué estancia
eligiera; el teletrabajo es una quimera, porque lo debería hacer desde
la mesa del comedor, con Ernest junto a mí jugando al Fifa; el aire
libre lo tengo sólo si abro la ventana, pero entonces siento los vecinos
aplaudiendo no sé qué; y convendrán conmigo en que el plato de la
ducha, que ni bañera tengo, no es tan útil como una piscina a la hora de
hacer unos largos estilo braza.
Por ello la Generalitat recomienda a los ancianos morir en casa en lugar de ir a los hospitales. Nuestros
consejeros y presidente sólo miran TV3 para sentir lo que quieren
escuchar, igual que la madrastra de Blancanieves consultaba sólo su
espejo, y nos creen a todos viviendo como Rock Hudson y Doris Day en sus
filmes azucarados.
Ellos
mismos, con el sueldo que les pagamos, deben vivir en casas donde el
abuelo se muere sin incordiar y hasta al cabo de una semana la familia
no se da cuenta que la ha palmado.
- Siento un poco de pudor. Hace días que no sentimos el abuelo quejarse, a ver si se habrá muerto, ay qué hombre, toda la vida ha hecho las cosas sin avisar.
- Siento un poco de pudor. Hace días que no sentimos el abuelo quejarse, a ver si se habrá muerto, ay qué hombre, toda la vida ha hecho las cosas sin avisar.
Cuando
aquella mujer a la que han colocado de consejera de Salud aconseja que
las familias vayan a buscar el abuelo al geriátrico y se lo lleven a
casa aunque no sepan si se ha contagiado, está segura de que todos los
catalanes tienen mansiones con un trastero donde meter a los viejos bajo
siete llaves.
No
se le puede reprochar tal creencia, ni los famosos ni los políticos,
con su estilo de vida similar, pueden imaginar que hay familias donde la
abuela y el pequeño comparten habitación, y eso cuando no comparten
cama. Lo que está diciendo la consejera a la mayoría de catalanes, no a
los tan generosamente retribuidos como ella, es:
-
Si el abuelo se pone enfermo, que no vaya al hospital a molestar,
guárdenlo en casa, y si muere, metánlo en la nevera hasta que podamos
enviar a alguien, que nosotros mientras tanto, seguiremos luciendo lazos
amarillos a las comparecencias de prensa. ¡Seguimos!
No
le faltaba razón a Julio Ramón Ribeyro, cuando tras visitar la casota
de unos conocidos, escribía: ¡Que grande es el mundo para los ricos!
Ellos disponen no sólo del tiempo, sino del
espacio." (Albert Soler, Diari de Girona, 03/04/20)
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