18/7/19

Un grupo de marineros puso en riesgo la estabilidad de una fragata al robar 12.000 kilos de plomo del lastre

"El Tribunal Supremo ha concluido que el "descontrol" y ausencia "de la menor vigilancia" por parte de los oficiales de la fragata Navarra favoreció el "saqueo" que sufrió en 2012 este buque de guerra de la Armada española, atracado en la base naval de Rota (Cádiz). 

Doce miembros de la tripulación de la Navarra han sido condenados a penas de entre nueve y 30 meses de cárcel por robar del barco casi 12.000 kilos de plomo en lingotes que servían como lastre.

Los lingotes los vendieron a chatarrerías de la provincia de Cádiz. La fragata Navarra es uno de los dos barcos de guerra que España envió a Perejil en julio de 2002 durante una crisis con Marruecos por la titularidad de este islote y también ha intervenido en operaciones antipiratería en Somalia, entre otras misiones.

El plomo robado, colocado en cajas cerradas con láminas de acero en la sala de máquinas, servía para "estabilizar" el buque. La sustracción de estos lingotes puso "en riesgo la seguridad de la nave y a su tripulación", formada por 214 personas, entre oficiales, suboficiales y marineros, todos ellos profesionales. Así lo indica una sentencia de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo que ratifica en gran parte el contenido de otra dictada por un tribunal territorial de Sevilla. Tres de los doce condenados apelaron al Supremo disconformes con las penas.

Los autores del saqueo son dos sargentos, tres cabos primeros, otros dos cabos y cinco marineros. El alto tribunal militar, en una sentencia de la que ha sido ponente el magistrado Fernando Pignatelli, considera "inexplicable" que la jefatura del barco no se percatara de lo que ocurría en el interior de la fragata de guerra. Y lo que ocurrió es que durante varios años al menos estos 12 marinos, concertados y repartiéndose las ganancias, robaron "11.590 kilos de lastre sólido, en forma de lingotes de plomo", establece el Supremo.

El saqueo se produjo de forma espaciada y, generalmente, coincidiendo con guardias conjuntas realizadas por los 12 implicados. A veces, durante la noche. Para llevarse los lingotes utilizaron bolsas negras de basura y bidones de plástico que cargaban en una furgoneta oficial del propio barco, que luego trasladaban a coches privados. 

La alarma saltó cuando un marinero ajeno a la trama observó a un sargento y un cabo sacar bolsas pesadas del barco. Les preguntó qué hacían y le dijeron que preguntara a su sargento. Lo hizo y este a su vez le comentó que no debía preocuparse porque el suboficial de guardia en ese momento estaba al tanto. Al marinero le extrañó que sus colegas cesaban en el trasiego de bolsas en cuanto veían acercarse a la Navarra algún vehículo de la policía militar de la base de Rota.

Otro detalle les delató en el control de salida de la base. Un marino les pidió que le mostraran lo que llevaban en el maletero de un coche perteneciente a uno de los implicados. El marino del control notó muy hundida hacia el suelo la parte trasera del vehículo.

Las ganancias obtenidas, que todos ellos se repartían, no eran suculentas. Cada venta podía reportarles no más de 1.000 euros. La mitad de los lingotes se hallaba en la sala de máquinas. El resto, en otras dependencias. El cometido de estos lingotes era estabilizar el barco en las navegaciones y fueron colocados como lastre y contrapeso de una enorme antena de comunicaciones instalada en la cubierta.

20.000 euros de plomo sin hallar

La mayoría de los implicados reconocieron los hechos y devolvieron el dinero percibido del saqueo, por lo que los jueces les han aplicado atenuantes de confesión del delito y devolución del dinero al Estado. La Armada logró recuperar en una de las chatarrerías parte de los lingotes de plomo sustraídos. 

El dueño de esa chatarrería ha sido condenado por receptación (compra de material robado) y los marineros por delitos contra el patrimonio militar y la eficacia del servicio. La Armada tuvo que reponer los lingotes de plomo no recuperados, que costaron casi 20.000 euros. "              (José A. Hernández, El País, 08/03/19)

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