"(...) Pero la imaginación y el éxito que han obtenido en
todos estos años los llamémosles historietistas del descubrimiento
catalán de América no tienen parangón.
Sostienen estos sátiros que la
primera expedición con las tres carabelas no salió del puerto de Palos,
sino de la playa de Pals. Pensándolo bien: ¿por qué habrían de zarpar
desde el Atlántico pudiendo hacerlo desde la Costa Brava y así disfrutar
del placer de circundar media península antes de salir al océano?
Hernán Cortés se llamaba Alfons Felip de Gurrea i Aragó, hijo de
Torrelles de Llobregat; supongo que por eso en México hablan catalán. En
realidad, Miguel de Cervantes era de Xixona, se llamaba Miquel Servent y
escribió En Quixot. Santa Teresa de Jesús no
era de Ávila, sino de Barcelona, donde fue abadesa del Monasterio de
Pedralbes.
Pero la grandeza de los catalanes no se detiene en España.
Servent acabó huyendo a Inglaterra, donde publicó sus obras bajo el
seudónimo de “Shakespeare”. Leonardo no era da Vinci, sino de Vinçà, la
Gioconda era Isabel de Aragón y las montañas que se ven al fondo del
cuadro son Montserrat. Por supuesto, el gran Erasmus de Rotterdam no
podía ser más que catalán, de hecho ¡hijo de Colom!
El aparente líder de tal hilarante sátira
se hace llamar Jordi Bilbeny. Naturalmente, los historietistas no han
pretendido publicar nada en revistas o editoriales académicas, pero cada
vez que han sacado un libro sobre un tema nuevo han sido entrevistados
en la prensa, la radio y la televisión, han dado conferencias pagadas
por pueblos y ateneos, han producido varios vídeos para hacer sesiones
de cine fórum, han mantenido un sitio internet de su supuesto Institut
de Nova Historia y hasta una Universitat Nova Historia a la que han
invitado a conferenciantes patriotas.
Sus actividades han sido
subvencionadas por ayuntamientos y diputaciones, empresas privadas y la
Asamblea Nacional Catalana, de cuyo secretariado fue miembro el
historietista Víctor Cucurull.
Yo desconecté de la desconexión la noche que vi a
Mónica Terribas, en el programa estrella de TV3 al que yo mismo había
sido invitado varias veces, entrevistar embelesada a dos de los
historietistas durante más de media hora. Tras tantas apariciones en los
medios, Jordi Pujol les felicitó por carta porque sus tesis “son muy
convincentes” y les animó “a continuar en esta misma línea”.
Carod
Rovira participó en la presentación de uno de sus libros, donde denunció
la “operación bestial” de la falsificación castellana de la historia y
compartió las conclusiones “colosales” del autor. Varios diputados
independentistas les han dado su apoyo.
A medida que el procés
independentista se iba embalando, los historietistas fueron aumentando
la frecuencia y la audacia de sus descubrimientos. En los vídeos de sus
conferencias lo más impresionante es como consiguen terminar las frases y
el rollo entero, salpicado con disparates y chascarrillos, sin que se
les escape la risa. Tienen la ventaja de que no se les puede contagiar
de quienes les escuchan en persona, cuya actitud es más bien de asombro y
de caerse del burro.
Los sátiros historietistas saben lo que se hacen. En
una entrevista, Pep Mayolas fue preguntado: “Si no hay documentos, ¿cómo
llega a estas conclusiones?”, a lo que sabiamente contestó: “Se trata
de leer entre líneas, guiarse solo por el instinto y por el conocimiento
del terreno.” Desde luego, conocen el terreno.
Pueden confiar en que,
si tanta gente se tragó el vaticinio de Artur Mas de que, con el viaje a
Ítaca hacia la independencia, “Cataluña tendría las tasas de paro de
Dinamarca, las infraestructuras de Holanda y el modelo educativo de
Finlandia”, si muchos siguieron a Oriol Junqueras en jurar que no se
conformarían con un pájaro en mano, sino solo con “volar, libres, con
todos los pájaros del mundo”, si algunos creyeron, con la CUP, que una
República Catalana barrería el capitalismo, el patriarcado y el cambio
climático, bien pueden los historietistas vender que la bandera de
Estados Unidos es un calco de la catalana, la que conquistó América.
En estos siete años de desventurada apuesta por la independencia de Cataluña, más conocida como el procés,
ha habido momentos de emoción, irritación, miedo, turbación y vergüenza
ajena. Pero lo mejor ha sido, sin duda, las carcajadas y los desahogos
ante la pantalla del ordenador leyendo a los historietistas. ¡Gracias,
amigos!" (Josep M. Colomer es economista y politólogo. El País, 04/11/17)
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