"Si me preguntasen qué tendencias se apuntan en el lenguaje de la
tertulia política, respondería sin dudar que, una vez agotadas las modas
de los gritos y de las coletillas como “niego la mayor” o “por activa y
por pasiva”, pronto veríamos triunfar el eructo como argumento. Y me
habría equivocado, porque esta temporada se lleva el pedo.
Parecía un recurso impropio del sentido de la ironía milenial, el
recuerdo de una España amortizada, anterior a Barcelona 92 y al
Guggenheim de Bilbao, una España de gotelé, tarta al whisky y dos
canales de televisión. El pedo suena a chiste en una gala de José Luis
Moreno o a cuando Camilo José Cela, maestro de la flatulencia verbal,
pedía pochas en los anuncios. Pero siempre vuelve, como todo clásico.
El último pedo famoso ha sonado en el programa de Carlos Alsina,
mientras este entrevistaba en directo a Manuela Carmena. Hay un
precedente glorioso: hace unas semanas, Estados Unidos vivió el fartgate.
Durante una entrevista en la NBC a Eric Swalwell, representante
demócrata, retumbó un poderosísimo pedo, a cuyo lado, el del programa de
Alsina apenas parece un pedete lúcido (en honor al personaje de
Echanove en Turno de oficio).
Los humoristas han llenado horas y
horas de guasa con la que ya es la declaración más influyente que ese
político ha dado nunca a los medios. Para estirar su propio fartgate,
Alsina parodió las declaraciones institucionales en las que se echa la
culpa de todo a los demás: “Lamento decir que todo esto huele”, dijo.
Tal vez sea bueno este retorno al humor pedorro, que a todos gusta y a
nadie defrauda. Quizá, a través del pedo y de la risa que nos da, las
tertulias políticas bajen el tono y eso se contagie a los políticos
mismos y encontremos al fin el sosiego que España lleva tanto tiempo
necesitando." (Sergio del Molino, El País, 12/12/19)
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